El Observador Imparcial

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preparan acaso, para el día destinado á la salvación de su patria nu día de lamentable y jeneral desolación. ¡Al cielo pluguiese que nos engañasemos! [El Faro.]

BAVIA.

En este país los espejuelos ó len¬ tes hacen ver de un modo incontesta¬ ble que el que los lleva es hombre consumado en las ciencias, y sumer¬ jido en profundas meditaciones á tal punto, que su vista se ha debilitado por la continua lectura: por lo cual toda nariz que vá adornada con seme¬ jante aparato, debe pasar, sin contra¬ dición alguna por nariz de sabio.

VENTAJAS DEL GOBIERNO DESPÓTICO.

Entre las innumerables ventajas que trahe el gobierno despótico se cu¬ entan las siguientes: 1.a no ser ne¬ cesaria la ciencia ni la virtud para me¬ drar. 2.a Servir con más placer y utilidad propia cualesquiera clase de empleo: lo uno por que se manda más en despota; lo otro por que se puede robar (entendamonos si la pasión do¬ minante es esta) á bragas enjutas. 3.a Echarla de padre, y oprimir im¬ punemente à cualquiera miserable que noos toque al pelo de la ropa 4.a ..... Pero esto sería nunca acabar. Si quie¬ res saberlas todas amplisimo lector echate por ese mundo, y pregunta á tantoo hijo de su madre como nos está atormentado, si llevaría á mal ver á un negro [aunque tuviese tres cuartas de hocico] mandandonos, por el gusto de Angola, con tal que tuviese que dar¬ les distinciones, canongías, togas y empleos de hacienda.

LO PARECEN Y NO LO SON.

No hay duda: el que ve dos va¬ rones de rostros tetricos, hábitos ta¬ lares ceñidos con correas ò cordones, según y conforme, capuchas y cerqui¬ llos, dirá: estos son dos relijiosos: pero puede engañarse por aquella regla de gra¬ mática parda: el habito no hace al moonje.

Que esto es ciertisimo lo conven¬ ce la esperiencia, pues el traje de un fraile es el mismo que el de un re¬ lijioso; y sin embargo puede muy bien ser lo segundo. Usted reflexione¬ lo, señor lector, y verá que en todas

las clases hay muchos que lo parecen y no lo son.—L. A.

COMUNICACIÓN.

SS. EE. DEL OBSERVADOR IMPARCIAL.

Estimaré á UU. nos presten un lugar en su periódico para el artículo siguiente:

En una larga y séria disputa so¬ bre los establecimientos de martillos y baratillos que han ocupado nuestra aten¬ ción en estos últimos días, lo hemos vis¬ to triunfar al abrigo de la ley; pero recorriendo nuestra imaginación, y vienv do que por momentos se aprocsima la ruina general del estado, y del comer¬ cio nacional; estamos convencidos de que su deterioro, no ha dimanado de otros principios, que de los grandes con¬ trabandos que se introducen en todos los puertos de nuestras costas. Cuyos ejemplos presenciamos, y nos lo dicen los periódicos de esta capital, y de los demás departamentos: el descaro, y mé¬ todo como se estrahen las pastas, y se introducen los jeneros no ha deja¬ do de estrañarse en las aduanas, y en el erario sus entradas.

Esta plaga mortifera que ha he¬ cho sus estragos en todas las naciones del mundo, es preciso tomar arvitrios para contenerla antes de que ese mu¬ ro inespunable, rechace á la lánguida y ofusca determinación de que siempre nos valemos para evitar tamaños ma¬ les: por todo esto convencidos de la necesidad, é impuestos al mismo tiem¬ po de lo bien fundado de la solicitud del señor Acevedo, no hemos dejado de pentrarnos, y creer firmamente que el supremo gobierno no solo deberá ad¬ mitirla; pero también protejerla, mucho más cuando no corre ningún riesgo el estado, y se consulta en él los adelan¬ tos del erario. En esta virtud somos de opinión que se resuelva el asunto de la cuestión, para ver si se logra la plantificación de un proyecto, que vá á causar admiración en el mundo ci¬ vilizado: ojala que el supremo gobier¬ no penetrado de estos hechos y usan¬ do de sus atribuciones con aquel in¬ terés nacional que le acompaña, pro¬ teja una empresa, cuyos resultados son palpables según se demuestran, y ase¬ guran la mayor ventaja á la nación de sus intereses.

Somos de UU. SS. EE. sus atentos servidores. Unos comerciantes.

LIMA:—IMPRENTA DEL ESTADO POR J. GONZALEZ.

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EL OBSERVADOR IMPARCIAL.

TERCERA SUBSCRIPCION.

Se admiten subscripciones en la tienda de Don José Dorado ca¬ lle de Judios, y en la imprenta del Estado por J. Gonzalez, al precio de ocho reales adelanta¬ dos por cada doce números. En los mismos lugares se venderán

también los números sueltos los Srs. Subscriptores se les sertarán gratis las comunicacio¬ nes y avisos que quieran publi¬ car remitiendolos garantidos y bajo cubierta á los EE. en la re¬ ferida imprenta.

N.o 35. LIMA 27 DE OCTUBRE DE 1831 1 RL.

EXTERIOR.

MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL ECUADOR PRIMER CONGRESO CONSTITUCIONAL DE 1831-21.

Continuación del número anterior)

CONVENCIDO de que debía empezarse por destruir el escuadron que amenazaba de cerca, para después hacer frente al cuerpo fu¬ erte que amagaba por el Sur, me diriji a Guay¬ linbamba, en cuyas inmediaciones fue facil cono cer, por medio de un espionaje muy celoso, el errado designio de aquel cuerpo que inten¬ taba abrirse paso por la cordillera e incorpo¬ rarse a la principal fuerza de los invasores. Para realizar este proposito marchaba por el arco de las operaciones, según naturaleza del terreno, mientras que las tropas fieles obrando por la cuerda lo cortaron y rindieron a viva fuerza. Este triunfo debido a la audacia de un jefe distinguido, era un presajio de pros¬ peros resultados en el drama que se represen¬ taba. El gobierno incorporo al batallón Quito que había llegado de Pasto y junto de nuevo sus tropas, aunque con menoscabo de la parte moral de ellas. Desembarazado de atenciones por el Norte, era necesario hacer frente a las del Sur. Des cuerpos recibieron orden de pasar veloz¬ mente a Latacunga para contener en su marcha a la vanguardia enemiga que había tomado po¬ siciones en Ambato. Al mismo tiempo se nom¬ bro una respetable comisión para negoicar la paz. El jefe del ejecutivo creyo conveniente ponerse en campaña, y lo verificó trasladandose a los cuerpos abanzados para observar más de cerca las operaciones de los adversarios, para¬ lizar sus movimientos, y dar impulso a las ne¬ gociaciones iniciadas. Estas miras tuvieron un efecto tan feliz, que puede llamarse inesperado: el enemigo suspendio su marcha, cuando debió precipitarla: se estipulo una tregua provisoria;

y con esto se ganó el tiempo que se necesi¬ taba para aumentar los cuerpos, levantar guer¬ rillas, obstruir los caminos laterales, fortificar las alturas más precisas, establecer y convinar señales telegraficas, remontar los escuadrones, completar los trabajos de maestranza; y final¬ mente poner en ejecución todo cuanto pudiera conducir a la victoria. Mientras esto se ha¬ cía, a nuestra retaguardia las negociaciones to¬ man un curso tan declinatorio, que alejaban toda esperanza de consiliación. Envano se fi¬ jaban basas por parte del gobierno, y por lo mismo inadmisibles. Se nos ofrecia paz y humillación: nosotros queríamos paz y libertad, Constitución y leyes. Era, por tanto inutil insistir en pro¬ posiciones semejantes: la cuestión se había re¬ ducido a voces nugatorias; y la fuerza, que es la razón de los tiranos, era la única que se nos oponía. Antes de espirar el termino del ar¬ misticio, y estando todavía en tratados, fueron sorprendidas las guerrillas que cubrían nuestra línea divisoria, y aunque ellas rechazaron el ataque con un valor digno de su causa, se vieron obligadas a dejar las posiciones que guardaban, y vinieron a situarse a la orilla izquierda del Nacciche. Requerido el jefe de los invasores por esta infracción del derecho de la guerra, contesto de una manera irritante, finjiendo agra¬ vios que carecían de toda apariencia verosimil. El gobierno creyo, por los intereses del estado y por su propia dignidad, poner termino a las negociaciones, y romper hostilidades: esta de¬ claratoria se hizo formalmente por medio de nuestros comisionados, los cuales vigorizaron el acto mostrando una firmeza muy recomendable.

ERA fácil calcular hasta donde arrastra¬ ría al enemigo este golpe de rayo. Envuelto en las tinieblas de la noche, se desvordo co¬ mo un torrente sobre nuestras guerrillas avan¬ zadas, y habiendo encontrado poca resistencia en ellas, penetro a Tacunga, donde descubrio su error. El cuerpo de guerrillas se había corrido al flanco izquierdo, empeñando solo a cuarenta milicianos para ocultar su marcha, y divertir en la suya al ejercito invasor. La co¬ lumna que mandaba en persona el jefe del go¬ bierno se había situado con anticipación en el

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pueblo de Saquisili a tres leguas de Tacunga, casi en línea paralela. El objeto de estos mo¬ vimientos fue evitar una sorpresa, o la necesi¬ dad de combatir desventajosamente: provocar al enemigo, con la ocasión de aniquilar nues¬ tras fuerzas en detall, a venir, como lo hizo sobre un campo más abierto a fin de poder tomar su rataguardia y desconcertar sus nuevos planes, dispersando todos los refuerzos que es¬ peraba. Burlado en sus esperanzas de batir parcialmente nuestras tropas, y espuesto a re¬ cibir los golpes más sensibles, reconocio su falsa posición, y pidió la paz, aunque de una ma¬ nera decorosa. Esta sola palabra detuvo al gobierno en la iniciativa de sus operaciones, y no obstante que tenía justos motivos para des¬ confiar de la fe de los mismos que habían que¬ brantado sus promesas, despacho una nueva co¬ misión alagado por el deseo de prestarse a una benefica reconciliación, que era la misma de su interés. Después de algunas diferencias, allanadas por el tacto habil de nuestros ne¬ gociadores, se estípulo un advenimiento ven¬ tajoso en lo ostensible a la salud del Ecuador. Habiase fijado en el, como condición indispen¬ sable la retirada de los invasores. El gefe del ejecutivo miraba en esta sola medida la seguridad más positiva de salvar el país; porque recelando, como era natural del cumplimiento del tratado por parte de las tropas insurrectas, juzgaba con sobrado fundamento, que un re¬ troceso en aquellas circunstancias las haría des¬ mayar en su delirante empresa, y acabarían al fin por abandonar a sus fementidos conduc¬ tores. Movido el gobierno de tan urjente con¬ sideración, hizo efectuar de preferencia aquel previo requisito; y desde el instante en que verificaron su contramarcha los agresores, de¬ saparecio los crespusculos de la paz. El re¬ sultado más espendido confirmo la previsión del gobierno. (Se continuara.)

INTERIOR.

Orden jeneral comunicada al ejército.

EN 14 DE SETIEMBRE.

Artículo 1.o S. E. El Presidente ha tenido á bien designar á los señores jefes de brigada las atribuciones se¬ guientes:—Atribuciones de un jefe de brigada—1.o Tiene en su brigada el mando de las armas.—2.o Vijila por que no se cometan absolutamente en ella abusos contra táctica, órdenanza, y resolucionoes vijentes.—3.o Zela por que sea incesante la instrucción teorica y practica en toodas las claes.—4.o In¬ forma y abre dictamen sobre tooda so¬ licitud de individuos de la brigada, y no dá curso á aquellas cuyo objeto se halle prohibido.—5.o Substancia todo recurso que se interponga.—6.a Sus¬ pende del empleo á oficiales, dando in¬ mediatamente cuenta y remitiendo des¬

pués las causas respectivas: esto es, cuando no se halla presente el coman¬ dante jeneral de la división.—7.o Man¬ da formar sumarias cuando lo crea conveniente, y los dirije al conocimien¬ to debido.—8.o Separa oficiales con cau¬ sa legal justificada, y los puede remi¬ tir á la autoridad competente en caso de no estar en el departamento el co¬ mandante jeneral. —9.o Conoce en las materias de consejo ordinario, y lo man¬ da reunir, concluido el proceso, cuan¬ do ose encuentre distante de la coman¬ dancia jeneral. —10. No aprueba sen¬ tencias—11. Dirije los precesos feneci¬ dos á la autoridad correspondiente para el jiro oportuno, y en estando en otro departamento, dá cuenta por el orga¬ no del comandante jeneral de él, pa¬ sando aviso al de la división.—12. Vi¬ jila sobre el cumplimiento del art. 90 del reglamento organico en los casos estraordinarios que el disigna—13. Se¬ rá inflexible en castigar las faltas que ofendan la moral militar, según el es¬ pritu de la ordenanza, reglamento or¬ ganico y órdenes jenerales vijentes del ejército —14. Estando en departamen¬ to separado de la comandancia jene¬ ral puede en casos indispensables ar¬ restar jefes, y aun separarlos del car¬ go que ejerzan, dando cuenta, proce¬ diendo con mucho fundamento, y jus¬ tificando plenamente las causales.—15. Se entiende con el comandante jene¬ ral de la división, en lo que no sea relativo á inspección, y mecanismo, pues para estos ramos tiene el con¬ ducto del E. M. D. —16. Toma medi¬ das eficaces para contener la deserción, sin contravenir á los mandatos que ri¬ jen con respecto á penas. —17. Exije de las autoridades locales el reemplazo de las bajas, cuando se halle en dis¬ tinto departamento que el comandante jeneral. —18. Preside los examenes de oficiales que deben preceder á las pro¬ mociones después de la revista de inspec¬ ción. —19. Con este conocimiento opina sobre las propuestas, y funda su infor¬ me al dirijirlas. —20. Dirije mensual¬ mente al E. M. D. respectivo, el esta¬ do de fuerza con sus comprobantes, listas de revista, relaciones de acreedo¬ res á licencia por inútiles, la cuenta interina de cada cuerpo, y propuestas de invalidos: cada cuatro meses pasa el ajuste en caja, y á fin de año la liquidación de ella, y las ojas de servicio,

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y listas de antiguedad por triplicado.— 21. No aprueba nombramientos de sar¬ jentos sino los dirije al E. M. J. por el organo respectivo. —22. Las filiaciones de desertores hijos del departamento en que se halle separado del E. M. D. las pasará á la autoridad local. —23. No aprueba los poderes de cajeros y habilita¬ dos, sino les dá jiro al E. M. —24. Puede examinar la caja de fondos, cuando lo tenga à bien, y enterarse de la exactitud y legalidad del manejo. —25. No podrá decretar pagos ni aprobar gastos. —26. Dà cuenta de todo lo que observe y merezca rremedio, sin embargo de dictar aquel, que desde luego sea preciso en materias economicas. —27. Cuida de que jamás falten recursos de subsistencia. — 28. Examina el estado de los hospita¬ les, y dispone mejoras en la asisten¬ cia de los enfermos, dotación del nú¬ mero de empleados, y demás objetos, siempre que exista separado de la co¬ mandancia, y los hospitales dependen in¬ mediatamente de los cuerpos. —29. Zela por que el rancho sea abundante, y no haya defraudaciones: que las raciones sean exactas y de calidad inmejorable — 30. Zela por que la tropa de los cuer¬ pos tenga buenos cuarteles, y sea cui¬ dada completamente. —31. Pide con an¬ ticipación y por conducto del E. M. D. el reemplazo de hombres que para el mantenimiento de fuerza está señalado á cada cuerpo, vestuarios, armamento, y todo artículo que esté alcumplir, es¬ presando su tiempo de servicio, y fe¬ cha en que ha de reponerse.

Art. 2.o Se reconoserá por edecán de S. E. el Presidente al señor coro¬ nel de caballería D. Manuel Vargas.

EL OBSERVADOR.

RIVA-AGUERO EN LIMA.

Ha llegado por fin á la capital del Perú, su patria, este celebre proscripto después de ocho años de ausencia en que ha andado er¬ rante por varias rejiones así de Eu¬ ropa como de América, suspirando en vano por su regreso. Su venida no tiene por objeto, como el mismo lo ha proclamado multitud de veces, sino es contestar a los cargos que se le formen por el tiempo de su administración, y arreglar sus ne¬

gocios particulares. Ambos fines son de alta importancia para un ciu¬ dadano que manejó algun día los intereses públicos, y que necesita también atender á los restos de su fortuna para ponerse en adelante al abrigo de las calamidades y mise¬ rias, que deben haberle sobrecojido, durante su peregrinación penosa.

Consiguiente á esto es de creer, que el Sr. Riva-Aguero pida con instancia se le forme a la mayor brevedad el juicio de residencia, prin¬ cipal movil de su viaje, y nosotros desearemos verlo salir indemne y li¬ bre de toda culpa, porque conside¬ rando en el un peruano de prosa¬ pia ilustre, y que prestó servicios importantes á la causa de la inde¬ pendencia, esta sola recomendación le basta para que no lo queramos ver como criminal ni delincuente.

Entretanto juzgamos, que su per¬ manencia en medio de nosotros pue¬ de sernos de algun provecho, ayu¬ dando à conservar el orden, y la marcha del rejimen constitucional que felizmente observamos, y con los ejemplos que el mismo nos da¬ rá de respetoo y subordinación á la administración legal que nos gobier¬ na. También esperamos propende¬ rá eficazmente á desvanecer las ideas quiméricas, que por harto tiempo han propalado y alimentado ciertos hom¬ bres ó desorganizadores, ò ambiciosos fundadas en su prestijio, y no consen¬ tirá sobre todo, que ya en adelante se profane su nombre, y sirva de pretesto y pabulo á las aspiraciones de algunos entes corrompidos, que atendiendo solo á su provecho pro¬ pio no reparan en que deshonran la causa de cualquiera á quien se arrimen. Así á estos, como a todos creemos hará ver el Señor Riva Aguero con su exemplo, y si es posi¬ ble con sus exhortaciones, que su ob¬ jeto al regresar a su patria no es otro, que el que ya hemos ensinuado re¬ friendonos á su testimonio mismo, y hara sentir á los primeros cuanto le desagrada un comportamiento tan

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irregular v opuesto á sus verdaderas miras é intenciones.

De esta manera, y logrando la ab¬ solución de los cargos que se le formen, puede muy bien ser al Perú interesante y util su persona, y quizá llamado algun día por el organo de la ley á tomar parte en sus negocios pùblicos, podrá hacer la felicidad de su patria. Cabalmente la actual admi¬ nistración es la única que hasta aho¬ ra ha podido llamarse con propiedad la administración de los peruanos, y el distinguido y apreciado jene¬ ral que está á su cabeza, amante cual ninguno de sus compatricios, y que no conoce obstáculo ni di¬ ferencia cuando se trata del bien comun, se honrará en tributar al mérito y virtudes que recomienden al Sr. Riva-Aguero la estimación más profunda, y la adhesión más sincera y distinguida.

Este es el único medio que ha¬ llamos de que sea útil y benefico à su país un ciudadano de las circuns¬ tancias del Sr. Riva-Aguero: por lo demás demasiado prudente y sagaz lo contemplamos para que deje de conocer, y de advertir à algunos de los que impropiamente se titulan sus amigos, que en materia de órden y tranquilidad pública, un gobierno recto y enerjico no puede ni debe dispensar á Nadie--Nada.

PUNTO DE MEDITACIÓN PROPIO PARA EL DÍA.

Se hallaba Roma aflijida del hambre, y sin recursos para aliviar la miseria pú¬ blica, cuando un tal Spurio Melio hom¬ bre muy rico, concibio el proyecto de hacer un grande acopio de trigo para distribuirlo al pueblo, y conciliarse por este medio su afecto. Su liberalidad le granjeó de tal modo el amor de la mul¬ titud, que siempre que se presentaba en público, le seguían una infinidad de jen¬ tes. Temió el Senado las consecuen¬ cias de esta aura popular, nombrando un dictador y deshaciendose de Spurio.

La conducta que observó el Senado en esta ocasión parece á primera vista

injusta y temeraria; pero no olo es. La acción de Spurio, aunque buena en la apariencia encerraba la ejecución de un proyecto ruinoso à la libertad de Roma, y de consecuencias muy funes¬ tas, si con tiempo no se hubiese acu¬ dido al mal que amenazaba.

La condición de los estados libres es tal, que ni pueden existir sin tener en su seno ciudadanos de la más alta reputación por sus talentos y virtudes, ni pueden un instante perderlos de vis¬ ta, ó dejarse deslumbrar por el aparente brillo de sus acciones. Para precaver todo inconveniente deben las naciones conducirse de modo, que la considera¬ ción pública sea siempre el premio de las acciones utiles al estado é incapa¬ ces de dañar à la libertad.

Examinando los medios puestos en uso para adquirir esta consideración se encuentra que los hay de dos clases; unos que podemos llamarlos públicos, y otros particulares. Entiendese por medios públicos los consejos, las ac¬ ciones útiles al estado; y por particu¬ lares los servicios hechos á los ciuda¬ danos. En recompensar los primeros no tema ninguna nación por celoza que sea de su libertad: lejos de ello debe conceder las distinciones más honorifi¬ cas y lisonjeras, procurando satisfacer la ambición y el orgullo del que las ha merecido, pues nada funesto debe recelarse de una reputación debida á los esfuerzos jenerosos del patriotismo y la virtud reunidos. No así con res¬ pecto á los segundos: los servicios he¬ chos á los particulares forman partida¬ rios decididos, y suelen inspirar la cul¬ pable audacia de querer corromper la nación, trastornando sus leyes. Los malvados harto conocen la fuerza de esta verdad, y así es que cuando se hallan en situación oportuna, no se ocu¬ pan más que de ofrecer recompensas y empleos á sus paniaguados para hacer¬ se de otros tantos partidarios con quie¬ nes contar en la ejecución de sus cri¬ minales proyectos.

Toda nación que nquiera conservar su libertad y su sosiego, debe à ejemplo de Roma, exitar la emulación de aque¬ llos que quieren distinguirse por medios honrosos; poniendo una barrera impene¬ trable para los que prefieren los de la intriga, y del crimen solapado. A.

LIMA:—IMPRENTA DEL ESTADO POR J. GONZALEZ

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