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esa ley porque sus efectos pueden caer sobre mi
algun día con perjuicio de mis insereses, y a
consecuencia de tan chocante e irracional con¬
testación, no votarse la ley—mientras otro diga:
no quiero se sepa, que yo he hecho esta moción
porque me comerán los clerigos y los frailes &c.
&c.—mientras tanta debilidad, tantas pasiones
se sobrepongan al interés de la república esta
no reportará de la reunión de sus apoderados sino
males funestisimos, y su ruina será por fin
inevitable.

Nada más triste para una nación que se¬
mejantes flaquezas en sus representantes. Es¬
tos al recibir tan honroso encargo deben con¬
siderar comprometida su opinión y su vida, y
el que carezca de fortaleza suficiente para sa¬
crificar estas dos prendas al bien de la patria,
y para resistir las sugestiones de la intriga, del
partido y del interés personal, no es apropo¬
sito para el destino, y no debe admitirlo, ni
presentarse a servir de escandalo a la socie¬
dad y de daño a sus comitentes. Protestamos
que no es nuestro animo particularizar a nin¬
guno, y que no nos mueve ni una vislumbre de
espiritu de satira: nosotros apelamos a la impar¬
cialidad y buena fe de los peruanos, y aun de
muchos de los mismos diputados a quienes ador¬
nan virtudes eminentes, que digan si exajeramos
en cuanto llevamos expuesto. Solo pretende¬
mos llamar la atención de nuestros compatrio¬
tas hacía un objeto en que hasta ahora no se
ha puesto todo el cuidado y circunspección
debida.

En efecto, muy poco o ningún fruto sa¬
caremos de la adquisición de nuestra libertad
e independencia, y de la constitución que he¬
mos jurado, si los pueblos para elejir a sus re¬
presentantes no llegan a conocer las prendas
que deben adornarlos, y si ignorantes de sus
intereses no se persuaden de los perjuicios que
se les han de seguir no recayendo la elección
en hombres ilustrados, que no nos guíen ciegos
por el intrincado laberinto en que nos hallamos
todavía:—en hombres prudentes que enseñados
por la reflecsión y la esperiencia no se dejen
deslumbrar de lo más especioso, desatendien¬
do lo más solido:—en hombres desinteresados
que no reconozcan otro interés, que el de la
causa pública: en hombres integros que desco¬
nozcan todo espiritu de cuerpo y de partido.—
en hombres intrepidos que hagan oir do quiera
el austero lenguaje de la verdad: en hombres
impavidos que arrostren los mayores peligros
por salvarnos:—en hombres, por último, que so¬
lo busquen, y vivan y mueran por el pueblo,
si las circunstancias lo exigieren. Cuando una
notable mayoría de individuos tales como aca¬
bamos de describir componga nuestro Congre¬
so, seremos, a no caber duda, grandes, dicho¬
sos y respetables. Entonces siempre que exa¬
minemos sus trabajos y hayamos de preguntar
que se le debe? en vez de un triste y de¬
sesperado NADA, podremos contestar: se le debe¬
nuestro engrandecimiento, nuestra gloria.

FOLLETO.

Muy à sombra de tejado, y
con la mayor precausión y miste¬
rio anda, traido de mano en mano,
un folleto con el título de Manifies¬
to del Jeneral La-Fuente, acerca de
su conducta administrativa, y causas
que motivaron su lanzamiento del Su¬
premo mando del Perú. No bien
huvo venido à nuestro poder, cuan¬
do tratamos de publicarlo inserto en
el OBSERVADOR persuadidos de que
documentos de esta clase perjudican
nada más, que mientras ese mismo
sijilo y esa obscuridad con que cir¬
culan les dá una importancia que en
si no tienen ni merecen; más pues¬
tos á toda luz con los esclarecimien¬
tos convenientes se atrahen el des¬
precio y concitan el odio universal.
Son lo mismo que los rateros, que
solo á beneficio de las tinieblas, y
de la desprevención pueden sacar al¬
gun fruto de sus cobardes maniobras.
Pero enterados de que muy en bre¬
ve debe darse al público una refu¬
tación completa y victoriosa de cuan¬
tas falsedades, imposturas y enredos
se contienen en el espresado folleto,
hemos suspendido por ahora nuestro
proposito. Cuando sea tiempo lo
realizaremos, y nuestros lectores ten¬
drán entonces para pasar el ocio
un Romance entretenido, y tanto,
que si cosas que tan de cerca tocan
y pertenecen a una gran Nación y
á los dignos personajes que la rijen
no fueran tan respetables, lances
hay en el relato del indicado Ma¬
nifiesto que provocan vehemente á
la risa. Contradicciones monstruo¬
sas—hechos, ó supuestos ó abultados,
ó trocados—injurias atroces—insultos
barbaros y groseros—anecdotas ridi¬
culas—pasajes novelescos—confesio¬
nes vergonzosas del mismo La-Fuen¬
te respecto de una parte de sus in¬
justicias, de sus tropelías y debilida¬
des; todo esto y mucho más que
ahora omitimos comprende el papel,
que à su nombre ha compuesto sin
duda alguno guiado por apuntes, que

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