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el mismo La-Fuente se conoce no
ha sabido dar siquiera. Tanta es
su estupidez y su torpeza.

Sin embargo, parece que este Je¬
neral ha quedado en completo desa¬
hogo con su Manifiesto, y que aguar¬
da, según lo indica á la conclusión,
el fallo de los peruanos, ó como si
dijeramos, que vayan por èl para
sentarlo de nuevo en la silla presi¬
dencial de la república. ¡Miserable!
ni el Perú está en el caso de re¬
cojer lo que por inutil y malefico ar¬
rojó de si, ni de trastornar la ad¬
ministración justa y constitucional
que lo rije para subrrogarle un in¬
vecil digno de su odio y aborre¬
cimiento. Aguarde, pues, el Jeneral
La-Fuente con el resto de espectan¬
tes, que saboreados con el delicado
manjar del mando peruano, aun con¬
servan esperanzas de hallarselo otra
vez, entre los dientes, el día menos
pensado á impulsos de alguna rebu¬
jina favorable. Si atendemos á la
disposición jeneral de los pueblos—
al decidido apego, y pronunciamien¬
to de nuestro valiente ejército y sus
jefes por el órden y la administra¬
ción constituida—y a la enérjica a en¬
tereza, y suma vivacidad del heroe
peruano que obtiene el mando Su¬
premo; la esperanza de estos seres
espectantes no está tan mollar ni
tan madura como ellos pueden creer¬
lo; pero al fin es esperanza, y sa¬
bemos cuanto, alimenta y consuela
al hombre que lo obtiene. Harán
muy bien, por lo tanto, de no des¬
prendirse de ella por jamás.

Pero volviendo al Manifiesto, por
un principio que à nadie se oculta,
el Jeneral La-Fuente desata sus iras
con una particularidad extremada¬
mente feróz contra el Jeneral Eles¬
puru; pero es precio no haber tan
siquiera saludado à este apreciable
Jefe ni tener la menor tintura de
la hidalguia de su caracter, de la
nobleza de sus pensamientos y de la
franqueza de su menejo, para per¬
suadirse lo convengan los denues¬

tos, epitetos y baldones con que lo
zahiere. Entre otras cosas lo acu¬
sa, de tomar de los fundos minici¬
pales 200 pesos cada mes bajo el
pretesto de reponer los vidrios y fa¬
roles de la casa Prefectura, y de
haber adornado a esta con un lujo
asiatico a costa de los mismos fon¬
dos. La H. Junta Municipal en¬
terada de ello, ha creido deber pa¬
tentizar al mundo la enorme false¬
dad de unas imputaciones tan inde¬
corosas con que se pretende man¬
cillar la reputación y delicadez de
la primera autoridad del departa¬
mento, y en su virtud ha estendido
y firmado la siguiente acta.—

LA HONORABLE JUNTA MUNICIPAL DE
esta capital sobre las sindicaciones que se hacen
en el Manifiesto que se cita.

Don Jose Antonio Cobian, secretario de la
Honorable e Junta Municipal de esta ciuda certi¬
fico, que por Acta de este día ha acordado la
Honorable Junta lo que sigue. En esta Ho¬
norable Junta, se hizo presente un manifiesto pu¬
blicado por el Jeneral La Fuente en Santiago
de Chile, en el cual en el pájina nueve pará¬
grafo doce se expresa, que se le ha hecho com¬
poner y amueblar la casa Prefectura al señor
Jeneral Elespuru, con un lujo asiatico, a costa
de los fondos municipales, que saca de ellos men¬
sualmente doscientos pesos para la reposición de
faroles y vidrios de la misma casa; y siendo esta
exposición contraria a los procedimientos de esta
Honorable Junta Municipal; se acordó se le na¬
sase copia certificada del capítulo de esta Actu
al administrador tesorero para que a continua¬
ción informase los gatos que se habían hecho
en la referida casa de la Prefectura; el motivo
que los había ocasionado, puntualizando los años
y lo que se contribuia mensualmente para gastos
de escritorio con el objeto de esclarecer esas
sindicaciones en la forma debida "—Es copia del
capitulo de la Acta a que se contrae a la que
me remito Lima y Setiembre veinte y tres de
mil ochocientos treinta y uno—Jose Antonio de
Cobian"

H J. Municipal.—El Tesorero administrador
expone: que con motivo de terremoto de treinta
de Marzo del año pasado de 1828 la casa de la
Prefectura quedo enteramente destruida en sus
techos y paredes, por lo que fue indispensable
proceder a su reparación. Para verificarlo en el
mes de Junio de 829, se practicó por el maestro
mayor de obras públicas Don Jacinto Ortiz un
reconocimiento prolijo de aquel local así en las
altas como en los bajos: se formó el correspon¬
diente presupuesto y se ordenó se emprendiese
la obra, en la que se invirtieron primeramente
dos mil ciento noventa y nueve pesos un real,
comprendiendose en estos algunos útiles del ser¬
vicio de la secretria, las mamparas precisas con
sus vidrios, mesas, carpetas, y sillas; las pinturas
y empapelado de dos piezas con que era nece¬

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