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tableciendo contribuciones ó arbitrios de don¬
de con el menor gravámen posible de los ciu¬
dadanos se tome la parte necesaria para satis¬
facer los gastos que demanda el sosten de nues¬
tra independencia y libertad. Empero no de¬
biendo dejarse á las funciones de los encarga¬
dos de la hacienda pública el nivelar los ingre¬
sos y salidas del erario, sin más miramiento que
á las necesidades de este, no bastará estable¬
cer impuestos y contribuciones, multiplicar los
arbitrios, cobrar con escrupulosidad sus rendi¬
mientos, y aplicarlos á los acreedores que fun¬
den su derecho en la ley. El punto primordial
lo que debe servir de guia en tan delicada ma¬
teria es lo que el procomunal de la tierra, y
las facultades de los ciudadanos puedan rendir
y satisfacer sin acarrear su ruina; por cuanto,
si es justo y sumamente preciso que las entra¬
das suban hasta cubrir los gastos, mucho más
justo y preciso es todavía que estos se ciñan
y reduzcan á la esfera que señale el estado de
las fortunas de los pueblos.

El ejército, los majistrados y demás em¬
pleados públicos, que habiendo celebrado un
contrato solemne con el gobierno, ecsijen de
justicia el precio de sus servicios, y el clamor
de los acreedores del estado por las partidas
de deudas que tenemos casi desatendidas, pi¬
den una providencia del congreso, que al pa¬
so que acalle las voces de los que tan justa¬
mente reclaman lo que se les debe, consuele
también al pueblo con la idea de que solo se
le sacará lo que absolutamente se necesitaré en
cantidad, y bajo una forma del todo proporcio¬
nada á sus facultades. Nivelar estos dos obje¬
tos y proveer á ellos cumplidamente es la gran
obra que debe proponerse el congreso, de mo¬
do que al concluir sus tareas deje ya prefija¬
do cuanto concierne á un negocio de tanta en¬
tidad. De lo contrario, si se retira dejando á
los fondos públicos en el mismo descubierto en
que se le ha manifestado se hallan al presen¬
te, el gobierno entonces imposibilitado de de¬
sempeñar las altas funciones que le estan en¬
cargadas, ó tendrá que ceder á la enormidad
del peso que grabita sobre sus hombros, ó se
verá precisado á tomar por si aquellas medi¬
das que juzgue más propias para evitar la rui¬
na del edificio social. En el primer caso, la pa¬
tria sentiría funestamente sus efectos: en el se¬
gundo se proporcionará sin duda entretenimien¬
to á los apuntadores de faltas que esclamarán
con toda fuerza: ¡infracción! ¡infracciòn! Uno y
otro inconveniente son de notable trascenden¬
cia, y deben evitarse como lo llevamos ya in¬
dicado.

¡QUE BRIBONADA!

Si yo estubiera encargado del ministerio de
hacienda [decia un malvado en cierta tertulia]
¡vive Dios! que en pocos años, de pelon que soy,
había de contar por mios muchos miles de pe¬
sos. Entre otras cosas que para lograrlo ejecu¬
taría con singular destreza, sería una hacer mi
tiro á los pretendientes de empleos. Vendrían
á mi despacho, v. g. doscientos memoriales, en¬
tre los cuales se hallasen los de cuatro tunantes

ricos. Pues aquí de mi habilidad: ya por medio
de la señora mía de todo mi cariño, ó ya por
otra interposita persona entraría en negocia¬
ción con los caballeros: quien más diese, ese
sería el predilecto de mis entrañas. Entónces
manos á la obra, y vamos al negocio. Cojería
pian, pianito, los memoriales de los más bene¬
méritos, y les daría capertazo; que para eso tiene
el ministerio muy buenas mesas donde echar
(debajo se supone) los papelotes inútiles. Des¬
pués, formaría un buen estracto, un ecselente
estracto de la solicitud de mis ahijados, y lo
llevaría aprendido de memoria para informar
á S. E. al tiempo del despacho, y por añadi¬
dura pondría unas notas apolojéticas, conce¬
bidas, poco más ó mas menos en estos térmi¬
nos. ,,El ministerio tiene noticia de que este
sujeto ha trabajado incesantemente por la pa¬
tria (aunque fuese por sus enemigos), y que ha
merecido sin intermisión la aprobación de las
autoridades. Item: debe tenerse en considera¬
ción la capacidad y vastos conocimientos de
este pretendiente; pues al ministerio la consta
que ha sido y es consultado en puntos delica¬
dísimos".... Por este estilo ¿qué no haría yó si
estubiese encargado del susodicho ministerio?
Con lo que sí tendría mucho cuidado, fuera con
pagar corrientemente sus dietas á los congre¬
santes, el sueldo del presidente de la república
y de mis compañeros los otros ministros; porque
bueno es estar bien con quien puede hacerte mal,
dice un proverbio. Por lo que respecta á la
garulla, esto és, á los demás aspirantes á chu¬
par del tesoro, me haría el sueco, y que se mu¬
riesen, ó paciencia.

Ahora vamos á lo dulce que es lo que más
me agrada. Hagámos de cuenta que la fortuna
lleva á mi ministerio á Mister N. ó Mr. K. due¬
ños de mil barriles de harina que la dichosa
ley de prohibiciones tenía emporrados en la ba¬
hía á bordo de algun buque, pretendiendo per¬
miso para su desembarque y espendio. Muy
bien: al momento fruncía las cejas—les echaba en
cara lo injusto de su demanda—los perjuicios que
de acceder á ella resultarían al pais, y sobre todo
la ley, la ley á que un ministro debe consagrar
el culto más puro, y los despedía sin haberles
siquiera dejado tomar asiento. Pero Mister y
Mr. demasiado duchos en semejantes casos, re¬
petían la instancia, porfiaban, y por último ve¬
nian á caer en que de los mil barriles de ha¬
rina en cuestión, venían quinientos consignados
á mí (ó su importe que era lo mismo) por sus
corresponsales en Notre-América. Ya este era
otro cantar: entonces me humanaba un tantito,
me sonreía, les suplicaba que tomasen asiento
y me contasen la historia de los tales barri¬
les, y veníamos á parar en que habían salido de
allá sin saber la ley que prohibia su introduc¬
ción. Asunto concluido: la razón no cabía más
poderosa; pues póngase la órden respectiva para
su desembarque, venga el importe de los 500
y Cristo con todos.

Supongamos que por otra parte se pre¬
sentase un acreedor del estado á reclamar sus
intereses, ¿qué harías pedro? Cosa clara: serie¬
dad: medias palabras: amigo no hay dinero: es¬
tamos mal: y coon esto salíamos del paso. Más
si el tal decía: señor, yo soy un pobre hacen¬

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