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ditamente que le da el naipe para es¬
critor: con solo registrar el dicionario
y ver el disparatado uso que hizo de
aquella palabra con respecto al contenido
del articulo, hubiera caido en cuenta de
que habia sido el hazme-reir de cuan¬
tos lo leyeron; pero ¿quien resiste una
vocacion tan decidida y vehemente?

Ya hemos hecho un ligero bosquejo
de las personas convencidas de ser las
que esclusivamente ocupan la impren¬
ta para maldecir de todo gobierno, es¬
traviar la opinion é infundiren los animos
el disgusto y el desabrimiento acia el
ordenn establecido. Para esto se enmas¬
caran valiendose de las reservas que la
ley permite con objeto muy diverso,
al paso, que cuando con denuestos y dic¬
terios pretenden debilitar los tiros diri¬
jidos contra sus impostores y alarman¬
tes escritos se descubren impavidos¬
echan mano de los mas bajos artificios,
y mas groseras trapacerias, no dan una
sola prueba de cuanto asientan—invocan
al respetable peruano que en su co¬
razon detestan—confiesan sus virtudes,
y se declaran muy sumisos y obedien¬
tes al poder, y deseosos de servir al po¬
der mismo. Austeros republicanos, rigi¬
dos patriotas, liberales sin tacha saben,
no obstante, adular al poder cuando es¬
esperan sacar ventajas, ó temen el castigo
de su justa indignacion y de su enojo.

Tales son los recomendables peruanos,
que sin mas merito que el de los sa¬
crificios, y el de la sangre preciosa de¬
rramada por otros, verdaderos y deno¬
dados patriotas, y falseando á estos los
titulos que ellos solos adquirieron se han
apropriado sus derechos, y gritan y claman
y se enfurecen aparentando amor a una
obra que les fue del todo estraña, que
nada les costò y para la que no pu¬
sieron de su parte material alguno,—
la gloriosa libertad é independencia pe¬
ruana. Con tan impropias y agenas re¬
comendaciones se autorizan para ma¬
nifestar bajo un aspecto odioso y cri¬
minal los sentimientos mas nobles, las
intenciones mas puras y los mas gene¬
rosos esfuersos. Predican á sus conciu¬
dadanos, que se propende á suprimir la
libertad de imprenta, y con ella la indi¬
vidual que no dista sino un paso:—
que se procura sembrar la discordia á
todo costo—que se desopina á la Nacion
y sus Gefes:—lloran el duelo de la patria
cuya ruina la ven inevitable,—citan á

juicio á nombre de la Nacion.—piden
venganza,—amenazan y decretan cas¬
tigos,—compadecen la suerte que sufren
millures de hombres libres, y les arrostran
que se dejan llevar á la muerte sin
abrir los labios. Y despues de tanta bulla
tanto alboroto, y tanto cacareo, venimos
á sacar en claro, que la libertad de
imprenta que se quiere suprimir consiste
en los ataques que sufren el sucio Moscon
y la prostituida Miscelanea:—que la dis¬
cordia que se siembra, es el presentarlos
bajo su verdadero punto de vista, y que
la Nacion que se desopina,—la patria que
vá á arruinarse, los millares de hombres
libres que se dejan llevar á la muerte sin
abrir los labios; todo, todo esta cifrado
en las personas de Matos, Iguain, Sofia
y Corral unicos que han merecido justa¬
mente nuestra oposicion y han esperimen¬
tado el peso de nuestras impugnaciones.
Para mitigar el escozor que ellas les
ocasionan se ha acojido à ese compa¬
nario de palabrotas y frases de estam¬
pilla con que Matos, companero mayor,
toca arrebato, pero tan bronca y des¬
compasadamente, que por mas que re¬
pica y echa à vuelo esquilones y cam¬
panillas á nadie conmueven sus badaja¬
das, quedando siempre en soledad ridi¬
cula él y su comparsa.

¿Se creerá que entre las acusaciones
que nos hacen incluyen la de que nues¬
tros escritores inncitan á la anarquía? La
imputacion es singular y debe repararse
porque en ella aparece el pedantismo
de Matos y de Soffia reducido, á su
quinta esencia. Unto de sus temas favorit¬
tos es, que nuestras tareas de enden del
gobierno con quien nos suponen en
contacto: luego suponen igualmente, que
este propende a la anarquía. Que un
individuo, que una corporacion, que al¬
guna parte del pueblo incite á la anar¬
quia y la apetesca és muy corriente y
se ha visto con frecuencia; pero que e!
gobierno ó cualquiera de sus miembros,
que cabalmente son los primeros, que
fracasan en las rebueltas, las estimaten
y provoquen, ¿no és una pensamiento ori¬
jinal? ¿Y no diremos que estan para
rebentados nuestros patriotas escritorers?

En otra ocasion hemos desmentido esa
ponderada injerencia, que estudiadamente
se supone al jefe de la administracion en
el plan el Observador, y que si fue¬
ra cierta nos honrariamos en confesarla
abiertamente y con franqueza. En los

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