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sus siniestros designios. ¡Que mas qui¬
sieramos sino que apareciesen siempre
con los verdaderos nombres de sus au¬
tores! Entonces todo empeño era inutil,
y la paz y el sosiego interior jamas
sufririan la menor alteracion. ¿Y qué du¬
da puede caver en esto? ¿pues no es
cierto, que los nombres del Iguain, Sof¬
fia, Matos, Corral y demas que com¬
ponen la pequeña runfla de editores
follestistas son sinónomos de—abyeccion,
impotencia, nulidad?

El primero de estos patriotas emi¬
nentes, que á una intencion feroz reune
la mas esquisita cobardia,—que ha pre¬
tendido formarse algunn prestigio en la
republica, haciendo al mismo tiempo su
negocio, medio por el cual lo vimos pa¬
sar de enemigo enconado, á amigo in¬
timo y del consejo de La-Fuente, (que
estendia muy bie esta clase de patrio¬
tismo)—es de aquellos, que con mas per¬
fidia y ruindad abusan de las reservas
que permite la libertad de imprenta.
De aquellos, que no contentos en apes¬
tar, ocultos, con las producciones de su
jenio sombrío y rebotada fantesia, ha¬
cen recaer sobre otros infelices la res¬
ponsabilidad de su delito por medio de
engaños y promesas, ó ya por medio
de sobornos de ridicula entidad: corre¬
taje abominable en que el mismo Cor¬
ral se emplea con descaro y sin rubor.
Todos los misterios de ese taller ini¬
cuo que colorado con el nombre de
imprenta maneja este insensato nos han
sido revelados: bien lo sabe él, y bien
le pesará sobre su corazon y su alma;
pero así aprendará (si es capáz de apren¬
der algo racional) que para usar con
amplitud y sin freno de un natural per¬
verso, es preciso no haber dado antes
las armas con que pueden destrozarlo.

MATOS, ó el pedantismo personifi¬
cado; el digno compañero de Corral y
su tercero en las tramoyas tipograficas,
que nada mas que por que tiene poqui¬
sima aprension y no le cuesta la im¬
prenta, se nos ha introducido subrrepti¬
ciamente y como por él corral á hacer
papel entre los que esriben en lengua
castellana:—que para refutar nuestras
razones pide antes, como requisito in¬
dispensable le digamos de que vivimos,
quien nos mantiene, y los fondos con que
contamos para sostener nuestro perio¬
dico:—que después de mil amagos y cam¬
panadas, principia al cabo por el Al¬

canze á nuestro numero 48, estrenando¬
se con el solemne desatino de que el an¬
ticuado, muy castizo y muy elegante
verbo conspirar, no es usado en el Perú,
con otras charlas y sandeces tan chocan¬
tes como ridiculas:—que promete per¬
seguirnos hasta el infierno,—batirnos en
nuestras mismas trincheras,—hacer nu¬
mero por numero un analisis de nues¬
tro periodico,—manifestar en dicho ana¬
lisis, la causa de nuestro manejo que
felizmente ha llegado á saber,—demos¬
trar en el mismo analisis, (repetimos
tanto esta palabra porque él la ha repe¬
tido asi ofreciendo el analisis ) que no he¬
mos escrito un renglon en favor del pais,
y si mucho en contra:—que para evadirse
ahora de cumplir tanta mentida y fanfar¬
rona promesa dice, que nos cede el campo
porque desde la altura de la imprenta del
Estado le buscamos las coyunturas por
donde se le descubre, que lejos de tener
las virtudes con que se recomienda para
que presten alguna atencion á sus graz¬
nidos, carece hasta de aquellas cualida¬
des que son indispensables para ser ad¬
mitido en el trato comun de la socie¬
dad:—que unas veces dice español, otras
peruano encañolizado; que es Izquieta,
que ya no es Izquieta sino Lopez quien
escribe, segun y conforme acomoda al
juego del pedantismo en que es maes¬
tro consumado;—Matos, decimos es otro
de los que abusan del anónimo para in¬
fundir el disgusto y la displicencia por
todas partes, y hace, de paso, su gran¬
jeria con ese víl trafico de responsa¬
bilidades, de que dejamos hecha men¬
cion.

SOFFIA, que á no haberse metido
contra sus principios y aptitudes á escri¬
tor, solo se habria oido su nombre en
alguno cuarteel, y no seria conocido sino
de uno que otro recluta; es también de
los denodados patriotas que se parape¬
tan del anonimo para hacer sus campa¬
ñas liberales; pero con tal desgracia, que
al instante se le descubre por sus ar¬
lequinadas à Lord Byron, por sus eter¬
nas citas á Benjamin Constant, por sus
marcados plagios, y sobre todo, por la
insufrible hinchazon de su estito. Cual¬
quiera que lee sus produciones se figu¬
ra ver a Sofia en el momento, con su vi¬
gotera, chafarote, cuello empellajodo y
demas ventosedad. En la trova, que en
meses pasados publicó pudiera haber ha¬
llado un completo desengaño de lo mal¬

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