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el susodicho Trompeta, que hay muy
pocos que gusten de su habilidad porque
dicen, que á los animales al hablar, les
sale de la boca no se que vaho hediondo,
y disparan unas perdigonadas à los con¬
currentes nada agradables y odorificas;
pues.....manias de los hombres; pero lo
cierto es, que Trompeta es apreciado y
distinguido por todos los habitantes de
Caparrta. (Se continuará.)

MISCELANEA.

OBSERVACIONES PRACTICAS.

Todo puede esperarse de la mujer
interpelando su sensibilidad; pero nada
si se recurre á sus prudencia.

Los criados incomodan á cada mo¬
mento á sus amos ó patrones con mil
preguntas sobre fruslerias y cosas insig¬
nificantes. A pesar de esto, si llega
á las puertas de la casa un limosnero,
entónces se creen desobligados de con¬
sultar la voluntad del dueño de ella en
órden á la conducta que ha de obser¬
varse con el méndigo. Tan desacredi¬
tados estan los hombres en punto á sen¬
sibilidad, que no cree equivocarse un
sirviente, cuando interpreta la voluntad
de su patron, de un modo que sea des¬
favorable á la petición del indijente. Así
es que se cree autorizado (esto es lo
jeneral y practico) á despedir al mise¬
rable, inconsulto el que podia remediarlo
y con un empellon, despide autorita¬
tivamente al desvalido, dandole un seco:
PERDONE POR DIOS. ¡Desgra¬
ciada humanidad! (El Clasificador)

REMITIDOS.

Esperense ustedes un poco, señores obser¬
vadores, que voy alla con este papelito. Es¬
trechense ustedes algun tanto para que pueda
entrar en el primer número que salga, que és
cosa buena y me acaba de ocurrir ahora.—Te
nemos esverdad, libertad de imprenta y con
ella guzamos de una de las franquicias que
de derecho se deben à todo hombre libre y
que és de la más alta importancia todo país
donde se propende al engradecimiento y a la
felicidad. La gozamos, repito, á tuti-plen y
de un modo cual jamás se ha visto ni más
franco, ni más respetado por la autoridad Su¬
prema. Tenemos también un reglamento so¬
bre el particular, sus jueces de hecho, y de
derecho. &a. &a.

Hasta aquí pelitos á la mar y ande la
danza; pero parando lo más jugoso de mi tris¬
te calavera en ese reglamento, en esos jueces
y sus sentencias, me se vienen al magin tan¬
tas reflexiones que estaba espuesto á un tra¬
bajo, como v. g. un parto laborioso, según la
espresión de los intelijentes, si no dijera algo
para mi sosiego y tranquilidad.

Sea lo primero que salga de esta boca
pecadora, que me hace muchisimo titere, que
debiendo hacerse la elección de jueces de hecho
en personas de notoria ajustada conciencia y
acreditada integridad; instruidas y que se les
conozca por haber seguido alguna carrera lite¬
raria y siendo estas tantas en número y en
talentos entre nosotros, haya de recaer la su¬
erte en individuos como los de ogaño, que
parece se han propuesto aburrir á los hom¬
bres para que jamás escriban. Desde lue¬
go ve U. la lista encapitada con seis ú
ocho doctores, los más de ellos de los que
llaman de tibi quoque, para que estos cubrien¬
do con sus capelos y sus borlas al maestro Pa¬
juelo &a. &a., no se eche de ver lo enorme
de tamaña monstruosidad. Ya se ve, que esto
lo hace la suerte: ¡maldita suerte que todo le
trueca, y dá zapallos donde se necesitan me¬
lones! Para vamos á otro punto no menos re¬
dondo y garrafal.

Yo contemplo al juzgado de imprenta
como un fracción ó parte, que digamos, del
poder judicial. Sin embargo, se condena al
ladron, y apela: al asesino, y apela: al trai¬
dor, al parricida y apelan. Se sentencia a un
escritor, y apele U. ¿apelar? ¡buenos estamos!
ó al solio de la Santisima Trinidad, ó á los
tres palos. Bien: para eso los jueces que fa¬
llaron sobre el escrito, son las personas mas
distinguidas en la ciudad por su ciencia, li¬
teratura, conciencia y justificación. Si: si: con¬
cedo: traslado al maestro. Con justicia, si se¬
ñor, con justicia és un tribunal inapelable é
independiente de toda humana criatura. Y
esto, señores observadores ¿está bueno? ¿Este
es liberal filosófico y repúblicano? ¿Pues no
ha de ser? Así será, pues padre, andando.

De manera, que en asunto de injurias y
y calumnias que es donde el mas pobrete pone
cada corcobo en las nubes, es cuento de herir,
ó volverse locos. Le dicen á uno, que es un ca¬
bron rematado, que es salteador de caminos,
y va muy tieso y satisfecho, y entabla su de¬
manda pensando contener y castigar á su ene¬
migo; pero sabelo este, y comiensa á hacer la
ronda á los jueces: después va el empeñito
de la comadre ó la ahijada, y por último los
caen alcuello todos los amigos. Llega el día,
se reune el juri y á boca llena declara, que
no ha lugar a formación de causa: el agravia¬
do, que quizá suele andar por aquellos alre¬
dedores corre á imponerse de su suerte, y el
señor secretario le sale luego al encuentro
anunciandole su buena ventura. Rabia, jura,
patea, ¿ve que hará? nada mas: tragar saliva,
y pujar para dijerir la injuria y no quedarse
con ella en el cuerpo. Dirán uestedes ó no
faltará quien diga, que no sucede así: está cor¬
riente; yo no desmiento á nadie. Más por si

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