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seramente el honor de nuestro gobierno? ¿Qué
otra cosa fue el celebre mensaje sino una invec¬
tiva la más osada y brusca contra el? Sin em¬
bargo, el periódico ministerial creyó también no
competirle defender el apoyo de nuestro pacto
internacional, y vió correr y publicar serena¬
mente, y en silencio el más profundo aquel omi¬
nioso documento. Pero no inculquemos sobre
unos hechos, que el nuevo aspecto de las cosas,
hace imprudente y aun pernicioso su recuerdo.

Nosotros no hemos intentado comprometer
al Redactor del periódico ministerial en una baja
y servil adulación, no obstante, que jamás pro¬
fesaremos ese estoicismo severo que nos enseña,
de dejar a las obras buenas proclamar por si
solas el merito de los que las practican, par¬
ticularmente en los que gobiernan; al menos
mientras no se nos convenza de que estos por
llevar el insoportable peso del mando son de peor
condición que otro cualquiera del pueblo, y
que deben estar privados del estimulo y de la
complacencia que siente toda alma jenerosa en
el justo encomio de las acciones recomendables.
Lo que hemos pretendido es, que así como supo
con la elegancia y brillo que acompaña a su
ejercitada pluma embonar la asonada del jeneral
La-Fuente, cuando a tropello al coronel Vidal
poniendolo preso a bordo de un buque; así como
abogo al día siguiente por la administración cons¬
titucionalmente establecida a consecuencia de la
espulsión de aquel jeneral; así también se hubiera
ocupado en presentar al mundo en toda su pu¬
reza, en toda su justicia la conducta de nuestro
gobierno, y la del Presidente de la República tan
lastimadas en el curso de nuestros disturbios con
Bolivia: que hubiese alguna vez llamado la aten¬
ción pública acia las importantes tareas, los ser¬
vicios penosos que han entretenido a nuestros
funcionarios en los departamentos del Sud, y
que a los habitantes de lo capital, aquellos que
creen, que el Perú todo se encierra en ella, les
hubiera hecho de cuando en cuando, estender
la vista fuera de las murallas para que se en¬
terasen de las fatigas y desvelos, que la tran¬
quilidad y el bien estar de los pueblos costa¬
ban al jefe Supremo de la República, y supie¬
sen, sino agradecerlos, siquiera apreciarlos por
su valor lejitimo. Este comportamiento, en que
cuando más nada se perdía, muy lejos de ser
impropio de un organo del gobierno habría evi¬
tado que al ver, que en todo el tiempo que
ha permanecido el jeneral Presidente en nues¬
tras fronteras empeñado en los asuntos con
Bolivia, no se le haya nombrado ni por incidencia
en las columnas editoriales del papel del go¬
bierno lo haya atribuido la suspicasia y la ma¬
delicencia a poca conformidad y armonía de los
sentimientos del uno con los del otro, o cuan¬
do menos, a falta de aquella estrechez, aquella
consecuencia benevola, que debe existir, y exis¬
te en efecto, entre el Presidente de la Repú¬
blica, y el funcionario que hoy ocupa su puesto.
Tampoco hubiera dado lugar al sentimiento de
los que profesan al merito de aquel primer
majistrado la más profunda estimación, por con¬
siderarlo como el mejor apoyo de nuestras li¬
bertadas y derechos.

Todo esto y mucho más, que reservemos

todavía, habíamos querido escusar el decirlo
con nuestras pasadas insinuaciones; pero nos
ha sido imposible omitirlo ya, viendo en el ar¬
tículo editorial del Conoiliador precitado, in¬
dicaciones bastante decididas acerca del siste¬
ma de su redacción, que funda en la voluntad
e instrucciones del poder. En horabuena haya
sido, y sea aquel en un todo conforme con el
agrado de este. Nosotros no estamos faculta¬
dos para reprenderlo, ni hemos de responder
por ello; pero nos sobra libertad para decir, que
periódico ministerial se reduce, según se es¬
presa, a solo apoyar las medidas lejislativas
y administrativas, cuando estas sean de la apro¬
bación del editor, cuya opinión particular ha
de respetar el gobierno, y por esto se le han
de ministrar 200 o 300 pesos cada mes: el
gobierno en la edicción del periódico ministe¬
rial, puede disponer de la canonjia más pingue
más bella, más cómoda y regalona de cuantas
existen en el universo. Nosotros no la apete¬
cemos por cierto, particularmente después que
un erudito justamente celebrado la ha embelle¬
cido de un modo dificil de imitar siquiera.
Lo único que hemos pretendido es, que varie
de rumbo, pero no de mano.

MISCELANEA,
LA EUROPA.

Todos nos dicen que la Europa
está en convulsión: que por un lado
los burghers ò civicos, por otro las
tropas de línea, por aqui los panade¬
ros é impresores, por allí los tejedo¬
res alzan el grito, se pronuncian y piden,
reclaman, ó exijen, ya está cosa, ò ya
otra diferente: que por un lado se reu¬
nen tropas, que por el otro se ponen
en marcha por distintos rumbos: que
un monarca ha sido derrocado, otro
está lleno de temor y los demás sien¬
ten más ó menos afectados sus ner¬
vios: que en un país la nueva marcha
se ha metodizado, en el otro se come¬
ten exesos y barbaridades astrocisimas
dignas de los días del Duque de Par¬
ma, y en otros se preguntan todos an¬
siosos y trepidantes: ¿qué habrá, co¬
mo estámos aquí? Los pueblos que aun
conservan enerjia la están ejercitando:
aquellos donde la tiranía ha enervado
las fuerzas, acoquinando los espíritus,
oyen entre sus vecinos el estrépito del
cañon y tiemblan: oyen las voces de
regocijo, y se paran abobados: ya aban¬
donan su letargo, ya se inclinan á bol¬
ver á sus brazos; ya el deseo de ven¬
ganza los domina, ya el terror: entre
tanto permanecen estacionarios, desa¬
tienden las ciudadosas y meditadas con¬
vinaciones que deben decesariamente
preceder á toda grande empresa, y

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