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c.patrick at Aug 30, 2022 02:59 AM

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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los
miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬
nes, se insertarán, abonandose cuatro reales
por la primera inserción, y dos por las sub¬
secuentes. Los que ecsedan de dicho nume¬
ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬
prenta cuando más tarde el martes al medio
día; de lo contrario quedarán para el núme¬
ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados
por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬
tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 5.o) Cuzco, miércoles 16 de enero de 1833. ( MEDIO REAL.

Es llegado el tiempo de que pongamos en
ejercicio nuestros derechos; esos derechos que
hasta aquí no han pasado en la mayor parte de
una pura teoria. Se nos convoca à la Conven¬
ción, es decir à reformar ò establecer de nue¬
vo el sistema de nuestras leyes y gobierno. Los
pueblos conservan un derecho de soberania, el
de elejir sus apoderados: único derecho que
contrabalancea de algun modo el terrible peso de
sus deberes y contribuciones: mal estimado por¬
que aun no se conoce completamente, no se ha
visto su importancia, no se han percibido sus uti¬
lidades: mal ejercitado por las trabas que se le
han puesto, por la oneroso de su ejercicio, por
lo insignificante de su investidura: defectos que
si en parte son inevitables en un sistema repre¬
sentativo, proceden à más de la imperfección en
la organización de sus instituciones. El salto rá¬
pido de la practica de la tiranía à un liberalis¬
mo riguroso ha debido producirlos. Nuestra pru¬
dencia debe suplir estas faltas, acomodando nues¬
tras antiguas costumbres al bello prospecto que
nos presenta nuestra posición política.

En cuatro años que ha rejido la Carta cons¬
titucional, sin ahorarnos males, no hemos alcan¬
sado amejorar, ni à hacer progresar nuestra suer¬
te social. El único daño que por fortuna hemos
podido evitar, sin ejemplo en las Repúblicas que
nos rodean, ha sido la explicita anarquía: pero
este beneficio ha sido debido más bien à las per¬
sonas que à los principios. Estos han exaltado
extremamente las libertades, sin que la ley les
haya señalado barrera, y las garantías colocadas
en la cima de su estación han dado el más fran¬
co acceso al torrente de las pasiones. El poder
ha debido su establicidad à sus esfuerzos y arbi¬
trios personales, y la casual concurrencia de es¬
tas potencias ha salvado la nave de la Repúbli¬
ca de peligros y naufrajios inminentes.

Una posición tan versatil en los poderes de
la Nación está muy distante de rectificar la mar¬
cha de la sociedad, y unos derechos tan limita¬
dos en los pueblos es imposible que puedan dar¬
les enerjia: el bien ha de ser practico y segu¬
ro para que exite el interés común; las especu¬
laciones è instabilidad de cosas no hacen más que
arrastrar à la abyección y apatia, à la inmorali¬
dad y corrupción. Por desgracia es lo que ve¬
mos en nuestros pueblos, y este letargo tan omi¬
noso clama por el remedio más pronto y vivifi¬

cante. En las frescas convulsiones de nuestra re¬
jeneración política, sin libertad para observar el
campo que teníamos que recorrer, acaso nos con¬
cebimos todos, capaces de producir un mundo
nuevo y perfecto: acaso también esas mismas con¬
vulsiones fueron obstaculos insuperables à cimen¬
tar con armonia y firmeza los planes à que nos
llamaba el destino. La experiencia y el suceso
nos han esclarecido acerca de esta espectativa,
por no decir arrogancia, y más cuerdos y más
advertidos à fuerza de sufrimientos, nos hallamos
en el caso de poder colocar la primera piedra
fundamental del edificio con acierto y solidez.

Desde los primeros colejios electorales de¬
ben pues comensar nuestros esfuerzos. Necesi¬
tamos desde luego investirnos de espiritu públi¬
co, único resorte en que estriba la prosperidad
nacional. Solo él puede hacernos formar el ver¬
dadero criterio de las personas, y dar à las elec¬
ciones el impulso correspondiente. Los males que
han cargado sobre nuestras cabezas, el poco fru¬
to que hemos deducido de nuestros pasados tra¬
bajos, nos advierten de nuestro celo y vijilancia.
La empresa es delicada y trascendental; la aus¬
teridad de los medios para alcansarla debe ser
eficaz y circunspecta. El interés por la Patria,
la inclinación al bien jeneral, virtudes cifradas
en el espiritu público, constituyen el todo de la
Nación y sostienen la suerte del individuo. Ca¬
da uno es obligado á este saludable esfuerzo. La
sociedad es una masa heterogenea compuesta de
principios contrarios; hay hombres virtuosos en
ella como hay malvados y perversos: por fortu¬
na la del Perú, se puede decir sin vanidad, abun¬
da de los primeros: atribuyase en hora buena à
su clima y educación, es la confesión de todas
las Naciones del mundo: la paz de que goza es
su feliz rseultado, mientras que los demás pue¬
blos en sus sacudidas políticas se avanzan rapida¬
mente à su exterminio.

Tampoco le faltan al Perú hombres ilustra¬
dos en la ciencia de conocer el orijen del bien
y del mal; ciencia intimamente connexa con la
buena fabrica del corazón. Virtud y luces son
los manantiales de donde nacen la prosperidad
y el acierto: virtud y luces harán nuestra felici¬
dad y nuestra gloria. Horror eterno à los as¬
pirantes, y mal intencionados, à los demagogos

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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los
miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬
nes, se insertarán, abonandose cuatro reales
por la primera inserción, y dos por las sub¬
secuentes. Los que ecsedan de dicho nume¬
ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬
prenta cuando más tarde el martes al medio
día; de lo contrario quedarán para el núme¬
ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados
por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬
tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 5.o) Cuzco, miércoles 16 de enero de 1833. ( MEDIO REAL.

Es llegado el tiempo de que pongamos en
ejercicio nuestros derechos; esos derechos que
hasta aquí no han pasado en la mayor parte de
una pura teoria. Se nos convoca à la Conven¬
ción, es decir à reformar ò establecer de nue¬
vo el sistema de nuestras leyes y gobierno. Los
pueblos conservan un derecho de soberania, el
de elejir sus apoderados: único derecho que
contrabalancea de algun modo el terrible peso de
sus deberes y contribuciones: mal estimado por¬
que aun no se conoce completamente, no se ha
visto su importancia, no se han percibido sus uti¬
lidades: mal ejercitado por las trabas que se le
han puesto, por la oneroso de su ejercicio, por
lo insignificante de su investidura: defectos que
si en parte son inevitables en un sistema repre¬
sentativo, proceden à más de la imperfección en
la organización de sus instituciones. El salto rá¬
pido de la practica de la tiranía à un liberalis¬
mo riguroso ha debido producirlos. Nuestra pru¬
dencia debe suplir estas faltas, acomodando nues¬
tras antiguas costumbres al bello prospecto que
nos presenta nuestra posición política.

En cuatro años que ha rejido la Carta cons¬
titucional, sin ahorarnos males, no hemos alcan¬
sado amejorar, ni à hacer progresar nuestra suer¬
te social. El único daño que por fortuna hemos
podido evitar, sin ejemplo en las Repúblicas que
nos rodean, ha sido la explicita anarquía: pero
este beneficio ha sido debido más bien à las per¬
sonas que à los principios. Estos han exaltado
extremamente las libertades, sin que la ley les
haya señalado barrera, y las garantías colocadas
en la cima de su estación han dado el más fran¬
co acceso al torrente de las pasiones. El poder
ha debido su establicidad à sus esfuerzos y arbi¬
trios personales, y la casual concurrencia de es¬
tas potencias ha salvado la nave de la Repúbli¬
ca de peligros y naufrajios inminentes.

Una posición tan versatil en los poderes de
la Nación está muy distante de rectificar la mar¬
cha de la sociedad, y unos derechos tan limita¬
dos en los pueblos es imposible que puedan dar¬
les enerjia: el bien ha de ser practico y segu¬
ro para que exite el interés común; las especu¬
laciones è instabilidad de cosas no hacen más que
arrastrar à la abyección y apatia, à la inmorali¬
dad y corrupción. Por desgracia es lo que ve¬
mos en nuestros pueblos, y este letargo tan omi¬
noso clama por el remedio más pronto y vivifi¬

cante. En las frescas convulsiones de nuestra re¬
jeneración política, sin libertad para observar el
campo que teníamos que recorrer, acaso nos con¬
cebimos todos, capaces de producir un mundo
nuevo y perfecto: acaso también esas mismas con¬
vulsiones fueron obstaculos insuperables à cimen¬
tar con armonia y firmeza los planes à que nos
llamaba el destino. La experiencia y el suceso
nos han esclarecido acerca de esta espectativa,
por no decir arrogancia, y más cuerdos y más
advertidos à fuerza de sufrimientos, nos hallamos
en el caso de poder colocar la primera piedra
fundamental del edificio con acierto y solidez.

Desde los primeros colejios electorales de¬
ben pues comensar nuestros esfuerzos. Necesi¬
tamos desde luego investirnos de espiritu públi¬
co, único resorte en que estriba la prosperidad
nacional. Solo él puede hacernos formar el ver¬
dadero criterio de las personas, y dar à las elec¬
ciones el impulso correspondiente. Los males que
han cargado sobre nuestras cabezas, el poco fru¬
to que hemos deducido de nuestros pasados tra¬
bajos, nos advierten de nuestro celo y vijilancia.
La empresa es delicada y trascendental; la aus¬
teridad de los medios para alcansarla debe ser
eficaz y circunspecta. El interés por la Patria,
la inclinación al bien jeneral, virtudes cifradas
en el espiritu público, constituyen el todo de la
Nación y sostienen la suerte del individuo. Ca¬
da uno es obligado á este saludable esfuerzo. La
sociedad es una masa heterogenea compuesta de
principios contrarios; hay hombres virtuosos en
ella como hay malvados y perversos: por fortu¬
na la del Perú, se puede decir sin vanidad, abun¬
da de los primeros: atribuyase en hora buena à
su clima y educación, es la confesión de todas
las Naciones del mundo: la paz de que goza es
su feliz rseultado, mientras que los demás pue¬
blos en sus sacudidas políticas se avanzan rapida¬
mente à su exterminio.

Tampoco le faltan al Perú hombres ilustra¬
dos en la ciencia de conocer el orijen del bien
y del mal; ciencia intimamente connexa con la
buena fabrica del corazón. Virtud y luces son
los manantiales de donde nacen la prosperidad
y el acierto: virtud y luces harán nuestra felici¬
dad y nuestra gloria. Horror eterno à los as¬
pirantes, y mal intencionados, à los demagogos