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de los que componen su indecente y
limitado circulo no perdonarán injuria ni
escusarán bocablo, por más grosero é
impropio que aparesca para colocarlos
en sus producciones detestables. La
firmeza del gobierno debe contener por
los tramites que la ley le señala este
escandaloso abuso: su desentendencia
en el particular pudiera sernos funes¬
tisima. Tratar de atraer á loos discolos,
á los malvados con la moderación, la
dulzura y aun con beneficios bien pue¬
de ser empeño de una alma noble y je¬
nerosa; pero está sobradamente proba¬
do, que con semejantes medios no se
convierten jamás a la razón.

Mas contrayendonos á nuestro Vete¬
rano, en su artículo hallamos el com¬
probante más fuerte de cuanto llevamos
expuesto. ¡Pues que! ¿solo se puede
dar el nombre de campaña á aquellas
jornadas en que se destrozan los ejér¬
citos, se vierte á torrentes la sangre,
y queda sembrado de cadaveres el
campo? Cuando una nación, que vé
amenazada su libertad, hollados sus fue¬
ros, insultado su honor y su respeto,
y en peligro su integridad y su reposo,
embia sus guerreros parar que estén al
reparo en aquellos puntos que las cir¬
cunstancias designan, y estos guerreros
permanecen allí, sufriendo por dilatado
tiempo toda clase de privaciones, expe¬
rimentando las inclemencias de los tem¬
peramentos más ríjidos, y prontos á par¬
tir á derramar su sangre para llenar, si
fuese necesario, el encargo que la na¬
ción les confiara; estos guerreros repeti¬
mos ¿no habrían hecho una campaña ri¬
gorosa, y no habrían adquirido mérito
alguno porque no llegó el caso de batir
al enemígo? Era preciso para esto no
tener la menor idea de la clase de indivi¬
duos de que se compone nuestro ejérci¬
to—de esa porción nobilisimade jovenes
ilustres y bien acomodados en su país,
que han abandonado sus hogares, sus for¬
tunas y regalias por ocupar un puesto
entre los defensores de la patria, ce¬
diendo á las insinuaciones á las ins¬
tancias, mucho más nobles todavía, del
que como jefe Supremo se les presenta
ya como un camarada, y ya como un
protector de sus méritos y servicios.
Era preciso, decimos otra vez estar en¬
teramente desnudo de toda noticia
acerca de la posición topográfica que
ha ocupado nuestro ejército, su clima,
su población &a. &a. Nada de es¬

to se oculta al Veterano: ¿luego porr
que escandalizarse de que se hayan
dado algunos ascensos, ajustada la
paz con Bolivia, para lo cual ha
tenido el ejército que hace una cam¬
paña real y verdadera? ¿Ni que exceso
puede advertirse en 32 grados que se
repartan en un ejército de seis á siete
mil hombres? Por lo que respecta á
que hayan recaido en personas bene¬
meritas, si todos han guardado (como
lo creemos) el mismo órden que el que
se ha conferido al Sr. Merino ascen¬
dido ahora á teniente coronel, cuando
desde el año de 24 obtenia al grado
de mayor, comportandose dignamente, no
sabemos qué pueda encontrarse de re¬
prensible en el conferimiento de los
ascensos que el Veterano vitupera.

Por otra parte, aunque bien chocante,
¿no es estremadamente gracioso, que
al mismo á quien se le echa en cara
su prodigalidad en dar ascensos, se le
haga tambien un crimen en que sostie¬
ne jenerales y jefes estranjeros, que es
otra de las manias de nuestro Vetera¬
no? Pues si el Perú, como este mismo
confiesa, no pudo intervenir ó no inter¬
vino esclusivamente en su suerte, y ha
sido dominado por jefes no peruanos,
que desatendieron à los hijos del pais;
y si á consecuencia de este manejo nos
hallamos sin hombres hechos que subs¬
tituyan y reemplacen á los estranjeros
¿como no se les ha de sostener sien¬
do enteramente necesarios? y el des¬
prenderse de ellos, ¿como se hará sin
haber formado antes á los que les han
de succeder? ¿y esto como se verifica¬
rà sin premiar, sin dar ascensos á los mili¬
tares peruanos que se presentan dignos
de obtenerlos? Digase de buena fé, que
el jeneral Gamarra es al primer gober¬
nante que ha principiado a protejer, á fo¬
mentar decididamente à los militares pe¬
ruanos;—que los va formando y constitu¬
yendo de modo, que algun día no tenga
la patria que valerse de estraños para
nada, y no se le culpe de unos actos
que solo tienden á tan laudable fin, ni
se le impute, que sufre indebidamente
lo que las circunstancias, y antiguos
ajenos estravios le hacen sufrir.

AVISO.

Con este número dá principio la cuarta subscrip¬
sion del Observador, y reencargamos á los señores
subscriptores de la capital se sirvan no entregar su
importe sino á la persona que les entregue el cor¬
respondiente recibo.

LIMA: —IMPRENTA DEL ESTADO POR J. GONZALEZ

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