La linda poblana: zarzuela en dos actos

¡Pasmada hé quedado! Ang. ... ¿Como? . . . . . . . ¡fFrio sudór por mis benas se difunde! . . . . . . ¿El delinquente alevemente se hospeda en casa del ofendido? ¿Quando ã los cielos vozea la sangre vertida? : : : Am. ... Calla; Y si en mi crees verdadera la culpa atrós, vengate; pero será justo adviertas que la mentira, jamas alimentó mi nobleza. De corta edad, Yo, y tu hermano Don Antonio en la carrera que Estudio, nos unió amistad firme y estrecha. Aquel joven apartado de la paterna presencía, se apasionó ciegamente, de una señorita vella de vaxa estirpe. A pesár mio, que ã su herrada idea me opuse; trató en secreto desposarse. Su demencia supo tu Padre. Yrritado hiso que ã los dos prendieran; dibidiendolos, logró

pusieren á la Doncella en un claustro; y á a su hijo le precio que Siguiera los Estudios para verle sacerdote; con tan terca constancia, tanto capricho, severidad tan resuelta, que originó, sin pensár, su tragedia, y mi tragedia: Pues llamandome mi Amigo una mañana funesta, con despecho decisibo me dice de esta manera: Querido Amador: tu solo mereces que te refiera mis proyectos: Yo me voi ã donde jamas se sepa de mi. Perdido mi amor . . . Forzado ã que por la Yglecia tome estado . . . Un Padre impio, inflexible . . . Yá me estrechan ã dejar la Patria. . . . A Dios, mañana parto. Si aprecias mi amistad, guarda secreto, y apartame no resuelbas de este pensamiento, ã donde vida, y quietud se interesan. Ni mis ruegos, persuaciones, y amór, hicieron torciera su designio. Ultimamente

le rogue que me admitiera en su compañia, para despedirle algunas leguas de la ciudad con el fin de obligarle ã que bolviera. Salimos por el camino de Veracruz (mis propuestas fueron inutiles) yá cerca de Xalapa, buelta dando al caballo: No quiero, (dice) Amigo que te pierdas tu tambien. Dame un abrazo; y toma la ultima prueba de mi voluntad: Este és el retrato de la prenda que mas amaba: Estas joyas testigos de sus promesas tambien fueron: Guardalas; y si por ellas te acuerdas de mi, ruega al cielo santo que ã este infeliz faboresca. Dandole espuelas al bruto se apartó de mi presencia velozmente. Yo quedé en mis ojos con las señas del pesár bolviendo triste sin su compañia ã Puebla.

A tres dias (¡suerte amarga!) llegan las tragicas nuebas de su fin, haviendo hallado en el monte, para señas de la desgracia el cavallo muerto, y las ropas sangrientas que llevava; solamente faltava que pareciera el cadaver. La Justicia hizo activas diligencias por savér el agresór, y cayendo las sospechas en mi, me prenden al punto; Las Alhajas que me encuentran, del difunto, dan de hecho una convicente prueba. Fulminan proceso, donde ã pesar de mi inocencia, afirman que por robarle le saqué donde pudiera con un cruel asesinato lograr el proyecto. Estrecha prisión, tres años, hizo ã este desgraciado padeciera. Logre hacer la fuga, y pasando por aquí vi tu velleza; rendido ã ella, determino quedarme, con la alagüeña

esperanza que algun día, aclaradas las tinieblas del engaño de tu hermano el asesino paresca. De un humilde fornalero tomé plaza; mi destreza, y mi abilidad, lograron que me honrrara, y atendiera Don Sebastián, hasta hacerme Mayordomo de su Hazienda: pues como el jamas me vió, por que desde tu edad tierna abita el retiro, hice que mis desdichas tubieran puerto con el ofendido donde calmen las tormentas de vida tan perseguida. Mira pues las consequencias amargas, el fruto horrible de una imprudente violencia . ... Huyamos de ella: . . . Empeñada se halla yá mi parentela por mi (segun me han escrito) y, no dudo que la negra mancha de un engaño borren, nuestra dulce union protejan. Extendiendo en dos familias enemigas la clemencia