| La linda poblana - 17Acto primero.
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Despues de una rumbosa obertura sube el
Telon, descubriendo la prespectiva de la Hazien=
da en la derecha, corriendo el Jardin, adornado
de Naranjos, Rosales, y masetones desde el
edificio hasta la boca del Teatro por ambos lados.
En el centro interior se veran unas dilatadas
lomas sembradas de caña y entre ellas ã lo le-
jos algunos Yngenios de labrár Azucar. Mas
ã lo exterior un pozo con su arco y brocal labra-
dos. Afuera dos poyos o asientos de marmol,
en uno estará sentado D. Sebastian como pen-
satibo: despues de algunos compases pianos,
canta el siguiente aire.
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Seb. . . . ¡Cruel destino! ¡amarga suerte!
nada me puede alibiar:
la memoria me debora,
no me deja descansar.
Aquel hijo tan amado
lo estoi viendo agonizar,
ã los golpes de un traidor
falso amigo desleal.
¡Ay de mi! ¡Ay de mi!
que ya lo perdi.
Ni la Hazienda que poseo,
ni el Campo puede alegrar | La linda poblana - 17Acto primero.
Despues de una rumbosa obertura sube el
Felon, descubriendo la prespectiva de la Hazien-
da en la derecha, corriendo el Jardin, adornado
de Naranjos, Rosales, y masetones desde el
edificio hasta la boca del Teatro por ambos lados.
En el centro interior se veran unas dilatadas
lomas sembradas de caña y entre ellas a lo le-
jos algunos Yngenios de labrar Azucar. Mas
a lo exterior un pozo con su arco y brocal labra-
dos. Afuera dos poyos o asientos de marmol,
en uno estará sentado D. Sebastian como pen-
satibo: despues de algunos compases pianos,
canta el siguiente aire.
Seb. ¡Cruel destino! ¡amarga suerte!
nada me puede alibiar:
la memoria me debora,
no me deja descansar.
Aquel hijo tan amado
lo estoi viendo agonizar,
a los golpes de un traidor
falso amigo desleal.
¡Ay de mi! ¡Ay de mi!
que ya lo perdi.
Ni la Hazienda que poseo,
ni el Campo puede alegrar |