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[[CO. I]]
LA REVISTA.
ciben por paquetes, pagan, segun esto, precios de porte
considerables. Si, como es de suponer se fomenta den-
tro de poco la inmigracion extranjera, y vienen á vivir
al Perú hombres y familias que dejan en su pais, pa-
rientes, relacionados y amigos con quienes gustan de
comunicarse extensa y frecuentemente, como es natural,
se les opone un grande incoveniente, pues se les obliga
á gastar en portes de comunicaciones parte del capital
que debiera servirles de ahorro para su suerte future, ó
bien a suspender y cortar lazos de que es muy sensible
prescindir.
Pero no es el ciudado de los extranjeros el que nos mue-
ve á hacer estas observaciones; este objeto pudiera
ser secundario, en tanto que no haya una inmensa po-
blacion de aquella especie. El principal interes es el del
gobierno, es el de la renta de Correos. El mismo siste-
ma que hasta estos últimos años se ha observado para
los reglamentos de comercio se ha creido necesario
adoptar para el ramo de correos; esto es, asi como se
ha supuesto que cuanto mas derechos pague una mer-
cancía, tanto mas aumenta la renta, de la misma ma-
nera se ha establecido por principio que cuanto mayor
sea el porte de las cartas, tanto mayor ingreso tendra el
tesoro por este ramo. Este vicio, enjerto en casi todos
los gobiernos, comienza á desarraigarse desde que los
axiomas de la libertad mercantil se han empezado á vul-
garizar. La Inglaterra, guiada en este punto por Mr.
Walla, y Mr Hillh á adoptado reformas muy ventajo-
sas, del mismo modo que escuchó los consejos de Mr.
Peel con referencia á las franquicias del comercio. A
principios de este año publicaron various periódicos de
Londres el aumento gradual de las cartas recibidas en la
administracion desde que se introdujo el penny postage,
es decir, el porte de un penique por cada carta, durante
los diez años corridos desde 1839 en el cual se pagaba
4 peniques, hasta 1849. He aqui esta curiosa esta-
dística:
Años | No. de cartas | Aumento annual - No. de cartas | p. de aumento |
---|---|---|---|
1839 | 76,000,000 | ||
1840 | 162,000,000 | 93,000,000 | 23 per etc. |
1841 | 196,500,000 | 27,500,000 | 136 " |
1842 | 208,500,000 | 12,000,000 | 16 " |
1843 | 220,500,000 | 12,000,000 | 16 " |
1844 | 242,000,000 | 21,500,000 | 28 " |
1845 | 271,500,000 | 29,500,000 | 39 " |
1846 | 299,500,000 | 28,000,000 | 37 " |
1847 | 322,000,000 | 22,500,000 | 30 " |
1848 | 329,000,000 | 7,000,000 | 9 " |
1849 | 337,500,000 | 8,000,000 | 11 " |
rior á la del Perú, y lo mismo el movimiento de aquella
comparado con el de esta administraction, no obsta pa-
ra cada cual en su escala ponga en práctica aquellas
medidas que reconocidamente tienden á protejer y dar
impulsos á los intereses públicos y del gobierno. Uno
de los males que orijinan los altos portes y franqueos
que en la actualidad se pagan desde Lima al Callao es
el de que muchas personas envian sus cartas abiertas al
puerto, con lo cual no pagan sino el real de franqueo
en aquella administracion y ahorran el que deberian pa-
gar en esta ciudad.
Ademas de estos inconvenientes, existen otros que
acaso exíjen mas eficaz remedio. El primero y princi-
pal es la detencion que sufre la correspondencia desde
que llegan los vapores hasta que se efectua el reparto;
hay veces que llega el vapor á las 7 de mañana y no
se ha distribuido la correspondencia hasta la una ó las
dos de la tarde. Este es un defecto que creemos sea
necesario hacer desaparecer cuanto ántes, asi como las
[[CO. II]]
pérdidas de paquetes de periódicos que se nos dice ocur-
ren con frecuencia. Cosa muy estraña parece que
cuando solo llegan al Callao dos vapores al mes, uno del
Norte y otro del Sur, no pueda despacharse la corres-
pondencia de cada uno en media hora ó á lo menos una
hora de tiempo. Si ahora, que solo hay estos dos va-
pores mensuales, se sufren tan largas dilaciones para el
despacho, cuando entren el puerto, cuatro ó mas va-
pores y el trabajo sea mayor y mayor el número de car-
tas, no sabemos cuanto tiempo se tardará en recibir las
correspondencias continuando en el mismo sistema. Nos
hemos extendido ya demasiado para ocuparnos en enu-
merar los perjuicios que á todas las clases se irrogan
si se persiste en él, pero los juzgamos tan al alcance de
todo el mundo, que fuera vicio examinarlo aun cuando
el tiempo nos sobrase.
El segundo inconveniente de que adolecen las ad-
ministraciones de correos en muchos paises, es el que de
cualquier extranjero ó persona, mal intencionada ú ofi-
ciosa, pueda sacar una carta dirigida á otro nombre que
el suyo. El algunas ciudades populosas de los Estados
Unidos, no se exije fiador, ni persona conocida que abo-
ne, ni siquiera la firma ó documento alguno por donde
se pruebe la identidad del individuo. De aqui se originan
equivocaciones frecuentes y pueden ocurrir perjuicios de
trascendencia. De otras partes se oye tambien que se
suelen cometer abusos semejantes y, aunque no hemos
odio referir últimamente ninguno de esta especie en la
administracion de Lima, vamos á conclnir dando lugas
á lo que publica el Mercantile Reporter de Valparaiso,
con motivo de excesos del mismo género que parece ha-
berse cometido en aquella ciudad, y en cuyas idéas abun-
damos de un todo:
"Siempre que hemos emprendido la publicacion de
algun periódico, dice, y en ellargo tiempo que hace estamos
acostumbramos á leerlos, hemos considerado como uno
de los deberes del periodista, señalar la existencia de los
peligros y abusos, y dirigir la influencia de sus escritos
hácia la reforma y correccion de aquellos; y del mismo
modo creemos que no deben limitarse las columnas edi-
toriales á considerar solo los peligros de gran magni-
tud, pues la correccion de una falta pequeña ó remota
en la administracion de justicia, en la de las leyes, ó en
el órden y arreglo de cualquier ramo del Gobierno, tan-
to en la esfera fisica como en la moral, puede evitar mu-
chas veces que se aumente y se multiplique.
"Una de estas faltas que necesita correjirse pronto
es el sistema de entregar las cartas á los extrangeros en
la administraction de correos de esta ciudad.
"Una persona mal intencionada puede sacar cartas
que estén en la lista de los extrangeros, sin que nadie le
pregunte ó se lo impida, y se nos ha informado de que
últimamente han sucedido algunos casos de esta especie
en la administraction de Valparaiso.
Por esta causa nos pareceria oportuno indicar que
á las personas extrañas que fuesen á sacar cartas se les
exijiese llevar un testigo conocido ó presentar sus pasa-
portes (como se acostumbra en algunos paises) ó dar
cualquiera otra prueba de identidad antes de entregar-
le la carta. De esta manera se evitaria eficazmente to-
do fraude que se intentase cometer.>>
--
MOVIMIENTO DE LA INMIGRACION A LOS ES-
TADOS-UNIDOS Y A LAS COLONIAS BRITANICAS.
Basta para el objeto de este compendio que presen-
temos un lijero bosquejo de las cualidades que poseen
las principales porciones disponibles de los Estado-Uni-
dos para la Enmigracion. Estas porciones se encuentran
principlamente en los Estados del Occidente de Ohio,
Indiana, Illinois, Michigan, Missouri, Wisconsin Iowa,
[[CO. III]]
las secciones superiores de los valles del Mississipi y de
San Lorenzo, y el distrito de Tejas últimamente unido.
El Estado de Indiana, situado al Sur del lago Michi-
gan posee la peculiar ventaja del fácil transporte de sus
productos, por medio de un sistema magnífico de rios
que desaguan en los lagos de Huron y Ohio, y que ponen
en comunicacion á dicho Estado con los diferentes mer-
cados. La extension de su comercio de tocinos se pue-
de calcular por solo la matanza de puercos, que anual-
mente llega á ser de 200,000 cabezas.
Muy cerca de las dos terceras partes de las tierras
del Estado de Illinois son praderas, y el fuego que anual-
mente barre todas sus yerbas deja un depósito de ceni-
zas que enriquecen el suelo. En estos distritos occiden-
tales, muy propios para el cultivo de toda clase de pro-
ductos, se encuentran vastos trechos de una tierra mez-
clada y muy feraz que en el pais se tienen por áridas.
Illinois posee minas de carbon de piedra, y los canales
de Illinois y Michigan influyen de una manera muy im-
portante en el desarrollo de la agricultura.
Missouri es notable por lo variado de su suelo, donde
se ven alternadas las colinas y los valles; abunda en le-
chos minerales y en abonos naturales. A la parte Norte del
Missouri se la designa con el nombre de el 'Jardin del
Occidente', por lo pintoresco de sus vistas y por lo adap-
table que es para todo género de empresas agrícolas.
Wisconsin, cuyos terrenos forman una vasta y on-
dulada llanura inmediata á los grandes lagos, es notable
por la pureza del aire y del agua, y por lo saludable de
su clima; y posee un gran rio y un lago que facilita el
cambio de sus productos.
Los otros distritos del occidente presentan rasgos
idénticos á los que se han descrito en los otros Estados,
y fácilmente se concebirá que estas especiales cualidades
son mas propias para decidir la eleccion del cultivador,
que cualquiera otra superioridad natural y sorpren-
dente que reuniese uno de estos terrenos sobre los de-
mas. El Estado de Tejas comienza á atraer á muchos
especuladores por la economía que ofrece el cultivo de
sus terrenos, que consisten en su mayor parteen campos
de vastos prados naturales, cuya renovacion, debida al
fuego, dá á las tierras una poderosa fuerza de vejetacion.
Para describir á los Estados-Unidos como campo
de Emigracion sería preciso un espacio igual al que he-
mos empleado para hablar de las Colonias británicas.
Baste decir aqui, que la mayor parte de las fortunas ad-
quiridas, por medio del cultivo en los Estados-Unidos,
han resultado de la enerjia combinada con la prevision
del especulador, cualidades que no cuenta la mayoria de
los cultivadores, ya comprando tierras tan inmediatas á
los centros de civilization cuanto lo han permitido la
prudencia y la economia; ya demontando una parte de
estas y sometiéndose á todas las penalidades de una vida
laboriosa; ya disponiendo de esas tierras á precios muy
subidos para los recien llegados y para los espíritus po-
co aventureros, por el espacio de uno ó dos años. Se-
mejante vida es tan inadecuada como enojosa para los
hombres acostumbrados á buscar sus goces en medio de
la sociedad. Para éstos los muy civilizados y cultivados
Estados de Nueva-York y Massachussetts presentarán
grandísimos atractivos y deben quedar satisfechos con
las ventajas que constituyen á estos distritos en lugares
propios para conseguir una brillante y segura fortuna;
ventajas que con mucha dificultad se presentarán en la
actualidad en cualquier punto de Inglaterra á los hom-
bres de corto capital.
Los sigiuentes datos, formados de un pequeño fo-
lleto publicado recientemente, pueden ilustrar en gran
manera los proyectos de las clases pobres que prefieren
la ciudadanía de aquella próspera república á tomas un
lote en las Colonias de su patria. Este folleto se titula:
-------
[[FOOTNOTES??]]
[[CO. I]]
—La cabeza de ese vasallo caeria con honra; pero la
corona de V.A...
— ¿Qué quereis decir? esclamó la Reina pálida y ater-
rada por aquellas palabras, formidables tal vez, porque
eran el eco de sus conciencia.
—Señora, dijo el inflexible Guiterre Fernandez de Cas-
tro; ya no se trata de cuestion de tormento, ni de cartas, ni
de mensajies; trátase... vos lo sabeis mejor que yo: Lara
es mi enemigo, le detesto, le desprecio; pero despues de
Lara, señora, despues de Lara... nadie!
—Pues bien, llevaos al paje, contestó doña Urraca, ano-
nadada delante del conde: pero no: dejádmele siquiera al-
gunos instantes... está comprometida mi dignidad...
no querais humillarme mas: dejad pasar algun rato siquie-
rar para... para cubrir las apariencias, para probar si la
persuasion... En fin, don Gutierre, dejadme hablar con
él, y luego hareis lo que os acomode.
—Haré siempre lo que convenga al mejor servicio de
V.A.; y os pido perdon por el lenguaje duro que me he
visto en la precision de usar.
La Reina, sin replicarle, dejóle partirse, como quien se
va aliviando de un peso enrome; y cruzándose de brazos
permaneció mucho tiempo silenciosa y abatida. En me-
dio del tropel de imájenes y de sentimientos que cruza-
ban por su fantasía y por su corazon, dominábale la ver-
güenza; vergüenza por sus pasados estravíos, por su pre-
sente debilidad: vergüenza como mujer y como Reina.
El paje entretanto la contemplaba con respeto y admi-
raba su hermosura, que todavía era grande, á pesar de los
estragos de la edad. Aunque á sus oidos no habian llega-
do clara y distintamente las palabras del temible don Gu-
tierre, conocia sin embargo su trascendencia por los re-
pentinos cambios de la fisonomía de la Reina, y aquella
circunstancia le infundia mas temor que la severidad del
juez y la crueldad de los suplicios.
Por fin, doña Urraca haciendo un esfuerzo sobre sí
misma para dominar su turbacion, despues de instarle
por que se acercara, le dijo, afectando el tono indiferente
de un interrogatorio judicial:
—¿Cómo te llamas?
—Ramiro Perez.
[[CO. II]]
—Tienes madre, ¿no es verdad?
—Creo tenerla; pero al llegar á mi pueblo he sentido
doblar las campanas de la parroquia en que ella vive, y
como es anciana y achacosa, y desde ahora comienzo á
ser desgraciado...
[[CO. II]]
enemigo del obispo, mi señor, y sin saber por qué, ó mas
—La cabeza de ese vasallo caería con honra; pero la
bien por esta y otras causas, le aborrezco de muerte.
corona de V. A
—¿Y padre?
—Lo he perdido antes de nacer; pero Dios me ha dado
una persona que ha hecho sus veces.
—¿Quién?
—El obispo de Santiago.
—Le sirves con mucho celo.
—Todo es poco, señora, si he de pagarle los grandes
favores que le debo.
—¡Oh! ¡le sirves demasiado bien...!
—Demasiado, nunca, aunque por él diese toda mi san-
gre.
—¿Has oido al obispo nombrar á la Reina muchas
veces?
—En todas sus oraciones.
—¿Y no te hablaba de ella? ¿no murmuraba de ella?
—El obispo de nadie murmura.
—Pues yo le he dado motivo, sin embargo, para que
pueda quejarse de mí.
—Puede haber quejas que no sean murmuraciones.
—Y tu, ¡qué juicio has formado acerca de la Reina de
Castilla?
Los papeles babíanse trocado insensiblemente: de la
silla del juez pasó doña Urraca al banquillo del acusado.
El paje no se atrevia sin embargo á entrar en el uso de
sus nuevas funciones, y bajando los ojos guardaba si-
lencio.
—No tengas miedo, Ramiro, tornó á decir la Reina; dí-
me con toda franqueza el juicio que hayas formado de mí.
—Señora...! dijo el paje turbado.
—No tengas miedo, prosigue.
—No os pareceis al retrato que vuestros enemigos ha-
cen de vos
La Reina se ruborizó, como una doncella de quince
años. Despues de un rato le preguntó de repente:
—¿Conoces á la familia de los Moscosos?
—Conozco á don Ataulfo el Terrible, dijo el paje frun-
[[CO. III]]
ciendo las cejas con desagrado: le conozco por el major
enemigo del obispo, mi señor, y sin saber por qué, ó mas
bien por esta y otras causas, le aborrezco de muerte.
—¿Y nos ha oido hablar de su hermano mayor, que
pereció muchos años há?
—Cuando se habla de la bárbara crueldad de don
Ataulfo, se suele recordar la cortesía, el valor y la bondad
de don Bermudo de Moscoso.
—Tienes tu cierta semejanza con él, Ramiro.
—¡Yo! No quisiera parecerme á ninguno de esa fa-
milia.
—Tu voz, tu voz principalmente me recuerda...
—¡A prensiones! dijo Ramiro encogiéndose de hombros.
—¿Qué se yo? me parece que antes de ahora ha sona-
do en mis oidos, y mas adentro que en mis oidos. Habla,
no tengas miedo del tormento: aquí estoy yo para defen-
derte, Ramiro, ¡y aunque todos mis recios hombre se em-
peñen, y aunque me amenacen con la pérdiad de mi co-
rona...! Habla, habla como si estuvieras delante de tu
madre.
Y doña Urraca le miraba con sus grandes y rasgados
ojos azules, humedecidos de placer ó de ternura, y en sus
labios entreabiertos y en vivo carmin teñios, pugnada por
asomarse melancólica sonrisa.
—¿Y quién puede amenazaros en vuestra córte? ¿no
sois la Reina? ¿no mandais sobre todos? preguntó cando-
rsamente el peregrino.
—¡Ah! ¡cómo se conoce que has vivido en el palacio
de los reyes! Yo mando en algunos centenares de vasa-
llos poderosos, los cuales mandan en casi todos mis pue-
blos; la major parte de los grandes vasallos me han aban-
donado, unos para seguir al Rey Batallador, y otros para
buscar al Príncipe mi hijo. ¿Y qué me queda? Un puña-
do que permanece fiel á su Reina. Y conociendo como
conocen que sin ellos no soy nada, no valgo nada, por pre-
cio de sus servicios exigen mi libertdad y mis favores.
¿Qué quieres que haga yo, Ramiro? Llevar el peso de la
corona, y abandonarles el cetro y las riendas del Estado.
—Ya veo que ser rey no es tan bueno como yo me figuraba.
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