El Observador

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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬ nes, se insertarán, abonandose cuatro reales por la primera inserción, y dos por las sub¬ secuentes. Los que ecseden de dicho nume¬ ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬ tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N.6.o) Cuzco, miércoles 23 de enero de 1833. (MEDIO REAL.

Se han postergado las parroquiales para el Domingo proximo 27. Desde la llegada del Cor¬ reo en que vino la ley hasta el primer Domin¬ go designado por ella, apenas habían transcurrido seis días, y este corto espacio no ha sido bas¬ tante para la distribución de las voletas necesa¬ rias de ciudadania. Ninguna medida prudente y circunspecta es de más en una medida prudente y circunspecta es de más en una materia tan im¬ portante. Entre tanto insistiremos en inculcar sobre el acierto de nuestras elecciones. Nuestra meditación y patriotismo deben producir los efec¬ tos más útiles y fructuosos.

No es bastante haber triunfado del cetro fer¬ reo del despotismo, haber superado las inmensas dificultades de nuestra emancipación y nuevo es¬ tablecimiento, haber gozado del encanto ò real ò aparente de la libertad, haber plantado en nues¬ tros muros la preciosa Bandera del República¬ nismo, si no cimentamos solidamente nuestras ins¬ tituciones, si no adquirimos la fuerza que nos fal¬ ta, si no nos revestimos de nuevas costumbres y virtudes. Llamados por el destino à ocupar un lugar eminente entre las Naciones, en el siglo de la ilustración y de la filosofía, colocados bajo de un clima pacifico y vigoroso, y sobre un sue¬ lo abundante de verdaderas riquezas, y de las que el lujo considera como tales, debemos pro¬ pender á dar dirección à estas ventajas, aprove¬ chando de nuestros talentos y aptitudes, de nues¬ tros fondos y circunstancias felices en la oca¬ sión oportuna en que la suerte nos llama à for¬ marnos y constituirnos. Rodeados de enemigos infatigables porque hay quienes deban serlo por naturaleza è interés: rodeados de ambiciosos y tiranos porque el hombre colocado en cierto gra¬ do parece que concentra todas sus fuerzas à esta única pasión tan funesta à los pueblos como à la virtud: en contacto con otros enemigos peo¬ res por domesticos y encubiertos, à quienes el hambre y la necesidad, su indole ò su misma ociosidad arrastran invenciblemente à la venali¬ dad y à la infidencia à la apatia ò à la incon¬ sideración, debemos ponernos en vela sobre la suerte de la República, eludir con firmesa las tramas y maquinaciones, no dejarnos seducir de las apariencias hipocritas, ni caer en las diestras maniobras de la aspiración. Una sana intención, el espiritu público, el interés patrio bastarán à

conducirnos sin riesgo ni equivocación al acier¬ to y al suceso.

Si es verdad que los pueblos se doctrinan con más seguridad por la experiencia que por los discursos, y que la que ha colmado nuestros sufrimientos dá el más claro testimonio de nues¬ tros errores pasados; no seríamos disculpables si adandonasemos criminalmente al acaso nuestra suerte. Las leyes forman las costumbres y las naciones: las costumbres serán siempre el dis¬ tintivo más ò menos decoroso del caracter de las mis¬ mas naciones. Los lejisladores reasumen este poder y esta gloria: en todas partes en que han pros¬ perado las sociedades se les ha mirado como Dio¬ ses: la felicidad de los pueblos depende pues de ellos.

Se creería que el Perú haya mirado hasta aqui con la mayor desatención, por no decir indolen¬ cia este interesante objeto: tal ha sido el triste resultado de sus elecciones. Cada periodo ha arrastrado calamidades, y en cada periodo he¬ mos desatendido los avisos y la desconfianza de los pueblos. Las prensas, los recursos particulares, la opinión pública han manifestado constante¬ mente los abusos y las nulidades: la falta de las calidades de la ley en los Diputados se ha visto como de ninguna importancia, de donde ha pro¬ venido el atraso, y tal vez el infortunio. Al fren¬ te de una Nación respetable y la primera tal vez en el nuevo mundo: al augusto y sublime cargo de fundarla y darla leyes, hemos visto que contra toda razón y con agravio de la dig¬ nidad nacional han sido llamados à ocupar ese lugar sacrosanto, hombres maquinas imbeciles pa¬ ra el bien, que ojalá lo fueran para el mal: hom¬ bres inmorales y corrompidos, cuya conducta ha sido el escándalo de la sociedad: hombres sin destino conocido, ni más bienes que la sustan¬ cia de los pueblos, à quienes les ha tocado la desgracia de abrigarlos, complicados en robos y vejaciones, y tal vez en asesinatos y procesos pen¬ dientes: hombres cuya altaneria y despotismo, pro¬ ducto necesario de un corazón maligno, y cruel, hacen la desesperación y la desgracia de los po¬ bres pueblos que relacionan con ellos: hombres cargados de deudas, de vicios y necesidades cu¬ yo único estudio es el interés y la ganancia sin reparar en los medios: hombres insubordinados en fin, que viviendo de intrigas y maquinaciones, más de una vez han levantado el puñal para de¬ vorar la Patria y sumirla en la anarquía y de¬

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solación. Apelamos al testimonio de nuestros con¬ ciudadanos, sino es verdadero el triste cuadro que acabamos de trazar. Ocupado el santuario de la ley, este primer vehículo de la vida dee la Nación por hombres de esta clase, no es po¬ sible esperar que se pueda levantar con ellos el edificio de la sociedad, de esta sociedad libre, que há costado sacrificios incalculables.

La convención es la áncora sagrada que de¬ be mitigar nuestros conflictos y remediar los males; pero serán vanas nuestras esperanzas, si¬ no la proveemos juiciosamente de elementos a¬ comodados y sanos. Se acerca su tiempo, y se acercan con el nuestra suerte y la de nuestros hijos. Cubriendo con el manto del olvido la ig¬ nominia de nuestras pasadas condescendencias y yerros, penetremos más sensatos y más adoc¬ trinados en el bello campo de nuestras liberta¬ des y forrtuna.

Se espera con impaciencia la decisión sobre las elecciones de alcalde y municipales, cuyo ex¬ pediente pasado à la comisión permanente de la M. H. J. departamental, fué remitido al sobera¬ no congreso, por creerse el que debe decidir so¬ bre el particular.

La falta que hacen estos funcionarios con perjuicio público, nos obliga à aventurar algunas reflecciones sobre este extraordinario incidente, sometiendo nuestro juicio à la determinación de las autoridades correspondientes. Hemos creido que la Comisión permanente à quien es dada la facultad por la ley de decidir de esta clase de elecciones en receso de la J. departamental, se ha querido despojar voluntariamente de una de sus especiales atribuciones con grave perjuicio de la corporación à que corresponde, del despacho judicial y dando ocasión tal vez à desavencias y nulidades. El H. Alcalde cesante ora sea por cansado, ora por desconfianza, hace remisa su a¬ sistencia, y el otro H. Alcalde que pueda, no es capáz por si solo de expedir el inmenso despa¬ cho que ocurre después de las indispensables a¬ tribuciones dadas por la ley à los jueces de paz. Es visto que la ley quiere contemporizar por estas renovaciones el trabajo y fatiga de estos funcio¬ narios con sus ocupaciones personales y ningún sueldo.

La ley de 12 de septiembre de 832 dice en su artículo 2.o que las dudas que se promue¬ van sobre la invalidez de estas elecciones y ta¬ chas de los elegidos se decidirán breve y sumaria¬ mente à solo el efecto de la poseción de estos por los miembros de la municipalidad que deben con¬ tinuar en sus destinos, quiere decir claramente que la municipalidad solo debió decidir sobre la poseción ò no poseción de los elegidos cuya de¬ cisión debió ejecutarse, como se verificó.

Pero el artículo 3.o consecuente al 2.o a¬ grega que la ejecución de esta poseción ò no poseción, sea sin perjuicio del recurso que se podrá entablar à la J. departamental y en su re¬ ceso à los jueces. Previene pues dos clases de recursos, es decir, sobre invalidez de elecciones, y sobre tachas de elegidos: el primero à la J.

departamental y el segundo à los jueces, como es muy natural, no pudiendo la J. departamen¬ tal juzgar sobre tachas, por ser asunto conten¬ cioso, ni los jueces juzgar sobre invalidez de e¬ lecciones por ser asunto popular: luego es cla¬ ro que la J. departamental y en su receso la Comisión permanente debió decidir sobre este úl¬ timo. Y sino ¿à que efecto el recurso à esta cor¬ poración? Si solo fuese ad usum videndi, no u¬ saría la ley de la expreción recurso: si fuese di¬ rimible únicamente por el congreso lo habría di¬ cho directa y expresamente la misma ley: ni la comisión permanente es el intermedio para dirijir al congreso los recursos. Cuando habla de los que se deben interponer à los jueces usa la ex¬ presión corresponda, en que indica claramente que hay recursos en esta clase de interposicio¬ nes que también corresponden à la J. departa¬ mental. Es claro pues que la Comisión perma¬ nente debió decidir sobre la duda de invalidez de elecciones de que habla explicitamente el ar¬ tículo 1.o à que es referente el 3.o

Hemos dicho y lo repetimos, que sometemos nuestro concepto à la resolución suprema que se espera; agregando que no intentamos censurar ni turbar las disposiciones de la comisión perma¬ nente, que acaso habrá querido proceder con más acierto y seguridad en las que há tomado; pe¬ ro siendonos lícito discurrir sobre todo lo que concurra à nuestra marcha y mejor órden de co¬ sas, hemos querido presentar nuestro concepto al juicio público.

Sin perjuicio de abrirse el curso de Filoso¬ fía en el colejio de Ciencias el día 28 del cor¬ riente bajo la dirección del L. D. Carlos Teja¬ da catedrático nombrado de Derecho natural y de gentes, se há prorrogado de orden del gobier¬ no el término de los edictos à la oposición de dicha cátedra de Filosofía por 20 días más, por falta de opositores de rigor.

HAY DE VENTA.

Guia de forasteros del Cuzco del presente año en las tiendas de los señores doctor don Antonio Otazu y don Pedro Vargas al precio de seis reales ejemplar.

SE NECESITAN.

Treinta quintales de cobre. El que los tenga en parte, ò en el todo, ocurra à esta Imprenta, donde se le dará razón del interesado.

El periódico titulado Correo de Encomiendas há cesado, ya porque sus editores hán tenido moti¬ vos justos para ello, cuyo conocimiento es bastante obvio, y ya porque no se costeaba su impresión. Las personas que se propongan continuarlo ha¬ ciendose cargo de la edición, pueden hacerlo li¬ bremente, hablando con el Administador de es¬ te imprenta.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. E. GONZALEZ.

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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬ nes, se insertarán, abonandose cuatro reales por la primera inserción, y dos por las sub¬ secuentes. Los que ecseden de dicho núme¬ ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬ tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 7.o) Cuzco, miércoles 30 de enero de 1833. (MEDIO REAL.

ELECCIONES.

Cuando hemos pasado una revista à los tra¬ bajos de la legislatura de 828, no ha sido un em¬ peño consurar ni alabar lo que nos ha diri¬ gido. Nos ha llevado un intento más elevado. Si esos trabajos han dudo al país instituciones y leyes útiles, es necesario sostenerlas: si pernicio¬ sas, abolirlas ò modificarlas. Es ya del pueblo este deber; y le llenará ejerciendo el grande de¬ recho de elejir representantes.

Más si este sabio medio de curar los males, y conservar los bienes, que la ley pone en sus manos, no es usa juiciosa è ilustradamente, es¬ tos irán por tierra, y aquellos se radicarán. Los males son entonces tanto más temibles, cuanto que los mayores son aquellos, se radicarán. Los males son entonces tanto más temibles, cuanto que los mayores son aquellos, que se presentan revestidos de las formas legales; y cuanto que sintiendose solo cono el transcurso de los años, no pueden entonces cortarse sin trastornarse ideas, que el interés hizo nacer, y el tiempo madurar. Muchas veces el intento de curar males, que pro¬ dujeron leyes viciosas, si se posterga, aparece con caracter anárquico. ¿Que cosa pues más conveniente que el empleo juicioso de un medio legal de curarlos y prevenirlos? La elección acertada es un camino tan seguro como facil de llegar à este gran objeto? Los electos así lle¬ van el conocimiento de los males, y de los votos del pueblo: llevan sus luces y sentimientos, lle¬ van, sobre todo, la esperiencia. El hombre ja¬ más formará la historia de sus aciertos, sino le¬ yendo la de sus errores.

Ni se diga que la opinión pública es falaz, ò impracticable. No: ella puede padecer engaño: la astucia, ò el poco conocimiento de las cosas, pue¬ de hacerla variar de rumbo; pero dejandola à si misma, obrará obedeciendo à causas, que pueden llamarse impulsos naturales. No se alarme pues injustamente à los hombres, noo se les grite por la adopción de ideas y de medidas ruinosas, no se denigren las personas, no se les dé ideas falsas sobre lo que les conviene ò perjudica, no se muestre por la faz inversa el estado de las cosas; y entonces ella se decidirá sin vio¬ lencia y con utilidad.

Mas la espresión de opinión pública ha sido tan repetida, y tomada en tantas acepciones, que ya hoy por su vaguedad es casi imposible dar¬ le una definición precisa. Sin embargo; en la

necesidad de que se nos comprenda, nos espli¬ caremos. Entendemos por opinión pública, en política y considerandolo como el agente de los actos públicos—la decisión de la parte sana y útil de la sociedad por ciertas ideas, por cier¬ tas instituciones y por ciertas personas, nacida del conocimiento ilustrado ò práctico de las ven¬ tajas que producen. —Lo demás puede llamarse el éco de la irreflexión; ò el movimiento frené¬ tico de las pasiones, exitado por la ignorancia y la malicia. Lo contrario sería legitimar los movimientos más torpes y destructores; sería coonsagrar en dogmas políticos esos principios ab¬ surdos, que promulgan los aspirantes de todos los países, pregonando por opinión pública, los votos de los alucinados ò malvados; principios à cuya fuerza destructora se han debido los tras¬ tornos y la sangre, que han caracterizado tantas ve¬ ces los actos populares. Tomando pues à la opinión pública en este sentido, que es el único fijo y racio¬ nal, ella es casi incapaz de estraviarse: está cir¬ cunscripta à solo cciertas clases, que en todo forman siempre la de las demàs; q'en todas partes dan el tono à las sociedades; que tienen un conocimiento gene¬ ral de las cosas y las personas; que sienten inmedia¬ tamente los bienes y los males, y que se interesan por lo mismo en todo lo que puede producirlos. Por consiguiente, todo acto público, que no sea el resultado de sus esfuerzos, no lo es de la opi¬ nión pública. En vano los fautores de er¬ roneas doctrinas, que hicieron siempre las des¬ gracias de los pueblos, llamarán absurda y an¬ ti-republicana esta opinión. Dejemonos de bel¬ las teorías. Una gran parte de la sociedad, la que se llama multitud, à la que se le hace to¬ mar tanta parte en los actos, cuyos ciegos vo¬ tos se califican de opinión pública, ¿qué conoci¬ miento puede tener de las necesidades ò peli¬ gros del pais? ¿Ni como puede juiciosamente decirse que una elección v. g. que en la mayor parte se deba à sus votos, es útil, aunque sea legal?

No intentamos por esto privar à esa parte de la sociedad de los derechos, que la ley le ha conferido. Decimos esto, para que atendida esta clasificación, de la opinión pública, cada ciu¬ dadano pueda uniformar à ella su voto, cono¬ ciendola. El modo de conocerla, es entonces muy sencillo. Cuando dos ò más partidos se disputen el campo: cuando usen la táctica fa¬ vorita de declamar que la opinión pública está

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de su parte, que la opinión pública es decidida por tales instituciones, ò por tales personas, no tiene si no ver, en que partido está la parte sana y útil: allí donde la encuentre, allí está la opinión pública. Puede ser que accidentes imprevistos hagan engañoso este medio alguna vez; pero generalmente hablando, no puede serio siempre: al menos, es sin duda el más sencillo y seguro.

¿Pero de que servirán todos esos conocimien¬ tos, si aquellas personas, que los poseen, perma¬ necen en inacción? Se ha notado en las eleccio¬ nes precedentes cierta apatia en muchas personas de esas clases, que, si continua, traerá irreme¬ diablemente la ruina del país. Hombres de letras, empleados, capitalistas, se han obstenido de votar; ò por una apatia vergonzosa, ò por una indiferen¬ cia criminal, ò por un temor imbecil. Ya es tiem¬ po que todos se convenzan de la gran necesidad de obrar en las elecciones; pero de obrar según la ley. Es necesario sobre todo, que se convenzan de que obrar hoy es una obligación; porque hay circuns¬ tancias en que el ejercicio de un derecho pasa à ser un deber riguroso. Este se fortifica más si llega à presentarse algun partido, que no teniendo consideraciones que respetar, y esperando todo de las elecciones, obra oculta y enérgicamente, y obra empleando todos los medios. El lleva enton¬ ces la gran ventaja, que lleva el hombre activo so¬ bre el tímido ò negligente; y si él triunfa alguna vez, à esa ventaja sola deberá su triunfo. Un es¬ critor muy moderno, hablando sobre lo que se nota en las elecciones, se espera en tal conso¬ nancia con nuestras ideas, que no podemos me¬ nos que transcribir algo de lo que dice à este respecto. "Por un Jado; dice, se muestra una gavilla de hombres desmoralizados y corrompidos, cuya ambición no puede saciarse, sino en el bu¬ llicio de las revoluciones; por otro solamente se vé la indolencia ò la inercia de los hombres hon¬ rados, pero tímidos, que recelando esponerse à que se hable de ellos, ò à que se sospeche la voluntad de formar un partido, no toman medi¬ da alguna para oponerse à las criminales empre¬ sas de sus enemigos. Los primeros, aunque po¬ co numerosos, se dejan ver en todas partes, ha¬ blan siempre en voz alta, y como están segu¬ ros de que nadie se atreverá à contardecirles, no tienen el menor reparo en sentar los prin¬ cipios más erroneos, cuya aplicación se reduce siempre à que ellos, y solo ellos deben gober¬ nar à los demás. Los segundos se esplican siem¬ pre en voz baja unos con otros, ven abrirse el abismo de males. que ha de sepultar à la pa¬ tria, sienten lo absurdo de las consecuencias, que deducen sus contrarios; peroo no se deter¬ minan à salir à la palestra, por no faltar à su compostura natural. De este modo el triunfo es indispensable; porque si bien alguna vez pre¬ valecerán los buenos principios por el peso de la verdad, las más serán obscurecidos ò palia¬ dos, por no atreverse à acusar criminalmente à aquellos, que los combaten con descaro."

Así se esplica este escritor. El público juz¬ gará si sus observaciones son exactas, y sobre todo, si son ò no aplicables ahora à nuestro país, en parte ò en todo. (Continuará.)

Copiado.

REMITIDO

OPINIÓN.

Dichosos los tiempos pasados exclaman los viejos: todo erra abundancia y tranquilidad, di¬ nero, recursos para ganar, y más que todo respeto y deferencia à las canas! Feliz el siglo 18 gritan los eclesiasticos y religiosos! que costumbres que virtudes: que santidad, que teologia, y so¬ bre todo cuanto acatamiento el estado Eclesias¬ tico! Desde una cuadra fuera sombrero para un triste Lego ò Monasillo. —Bienaventurado el Gobierno antiguo claman los añejos literatos: como prosperaban los estudios, ccon que maci¬ cez, con que espacio, con que teson se apren¬ dían las ciencias: esa Gramatica latina de cua¬ tro años por Nebrija; esa Filosofía de otros cuatro por Rosell; esa Teologia de ocho años por Palanco: la Jurisprudencia no se diga; Re¬ copilaciones de Indias y de Castilla de memo¬ ria.—¡Que metodo y formalidad la de nuestros Padres exclaman los magistrados! Eso si era sa¬ ber ser Juez y tener prestijio: Jueces y tribu¬ nales! que seriedad que respeto, que dignidad y que opulencia! ¡qué pintas las de los antiguos!— Que tiempos los de nuestras Madres exclaman las Mugeres; eso si era ser muger y tener al¬ guna gracia: por oir una queja por una reja alla va una Casa; por torcer el ojo con sonrisa, alla va un Vale à un mercader de diez ò veinte mil¬ pesos; por permitir se le alcanse el pañuelo que se le había caido, allá vá una Negrita, ò dos ò tres ò cuatro: ahora todas se han converti¬ do en rabonas. Que tiempos estos se quejan todos: todo es pobresa y angustia, no hay co¬ mo ganar un real, el Comerciante no vende, el chacarero no recoje cosecha, y la poca que tiene ò se la queda ò vende muy mal. El Caña¬ verero por los suelos: el chorrillero trabaja pa¬ ra drogas, el Estanciero para contribuciones, al Cocalero le ha entrado ucuya, al Empleado no se le paga el sueldo, el Soldado à media ración, los Jueces no trabajan, los Medicos no curan, los abogados defienden devalde, los artesanos se mueren de hambre, los muchachos no llevan a¬ sortes, las Mugeres no hacen nada, y los San¬ tos ya no hacen milagros.

Del otro lado los modernos Republicanos, los Gobiernos, las prensas y los libros que nos dicen? Feliz la época en que hemos nacido al mundo: libertad, è ilustración; derechos è igual¬ dad; empleos y garantías, religión, y virtudes, fi¬ nura y varatura; lujo y prosperidad; charrete¬ ras, bordados y diplomas. Fuera coloniaje, es¬ clavitud, servidumbre, abyección y vilipendio, fuera monopolioos, usuras y latrocinios; fuera ig¬ norancia, servilidad y vejaciones: fuera inquisi¬ ción y supertición; fuera armas y distinciones; fuera injusticias arbitrariedades y postergaciones. ¿A donde está la opinión y cual es la segura? (Se continuará.)

SE VENDEN

Guias de forasteros del Cuzco del presento año en las tiendas de los señores D. D. Antonio Otazu, D. Pedro Vargas, D. Vicente Becerra y D. Mariano Campos al precio de seis reales ejemplar.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. EVARISTO GONZALEZ.

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Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

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N. 8.o) Cuzco, miércoles 6 de febrero de 1833. ( MEDIO REAL.

OPINIÓN.

¡Que sistema tan bello y de convenien¬ cia, grita una parte de los Republicanos! ¡Cuanta libertad para obrar! ¡Que energía y que caracter en esta escogida porción de liberales que hace el decoro de la nación y hará su di¬ cha! El espiritu público, el interés común re¬ ciden en ella sola Cuanto no habría abansado la República sino fuera entorpecida su marcha por esa otra porción que justamente calificada de servil, noo es más que el organo de los que man¬ dan! A pretesto de paz, de orden, y de prospe¬ ridad dejan correr el despotismo à rienda suel¬ ta, apadrinan las monostruosas infracciones de la ley y quieran sstener en su puesto à los que gobiernan y demás autridades. Tímidos y pusila¬ nimes se horrorisan de toda innovación y cambia¬ miento y quieren dejar cundir el mal sin reme¬ diarlo. Llaman República y quieren que sea tal, una maquina combinada en mobimientos regulares como cualquiera otra sociedad, sin sacudidas vio¬ lents y sin nuevas formas. Quieren obstruir los ca¬ minos de las ganancias rápidas, de los empleos y de las subitas fortunas; quieren quitar à los hombres los medios de progresar sin trabajo, y sin un me¬ ritoo que es tan lento oque cuesta tanto y se ca¬ lifica tanto. Serviles, indignos de ser Republica¬ nos juran su adhesión y amistad à los gobiernos por esa quimera personal que se llama gratitud, por esa otra quimera más odiosa que se llama consecuencia, por esta teoría ignominiosa que se llama armonia entre las cuerdas del estado, por este apego criminal à sus propiedades é intere¬ ses, à sus relaciones y comercio, à su industria y apatia. ¿Qué importa que algunos de los que están encargados de la administración de los po¬ deres, y que el ejército, otro servil estén subordi¬ nados y obren bien, si los otros obran mal? Y que importa que aun estos obren bien, si en una República es necesario que todo se agite y se cambie; que unos suban y otros bajen à cada paso, que todos aspiren el caracter liberal, y que logren el fruto de la independencia?

Que bello sistema, exclama la otra por¬ ción, sino huberan tantos demagogos que todo lo quieren transtornar: sino bubieran tantos as¬ pirantes sin aptitudes ni merito que quieren ha¬ cer fortuna à costa de revoluciones, de guerras y de sangre; sino hubieran tantos desmoraliza¬ dos sin oficio ni beneficio que no tienen otro

empleo ni otros deseos que ver destrosarse la Patra, por que no tienen que perder? Buenas ò males nuestras instituciones, ellas nos man¬ tienen en paz y aseguran nuestras propiedades y honor. Bueno ò malo nuestro gobierno, à él de¬ bemos la tranquilidad interior y las ventajas de nuestro bienestar. Si no prosperamos rapidamen¬ te ò nos atrasamos sin sentirlo, es por el de¬ fecto ò los vacíos de la ley. Aunque esta se quebrante en parte, son peores las convulcio¬ nes que el remedio. Mas vale un mal conoci¬ miento, que el bien por conocer. Que atmosfera tan agradable es la de la quietud! ¡Que virtud tan emi¬ nente y útil, la de la gratitud y mutua conso¬ nancia entre el que manda y obedece! ¡Que indignidad la de la perfidia y traicion à aquel mismo de quien se ha recibido el pan! Nues¬ tras instituciones en lo substancial son exelen¬ tes, y acomodadas: los empleos los obtiene por lo jeneral la parte más sana de la República: poco à poco se reformarán los abusos y esta es la marcha de las sociedades. El bien procumu¬ nal depende de una porción de Ciudadanoos que se unen à los gobiernos, que velan sobre ellos, y que caminan con sus sanas y conocidas inten¬ ciones. Más vale un moderado è indispensable despotismo, que la anarquía; vale más una mo¬ ral mediocre, que una corrupción completa ò el riesgo de una crisis en que se aventura de¬ masiado sin poder contar con el suceso. Mu¬ chos males se atribuyen à la Constitución ò a los gobiernos que no son de ellos: juicio y repo¬ so; y los pueblos prosperarán por si mismos.

A donde está la opinión y cual es la más cierta?

REMITIDOS.

CONVERSACIÓN.

Don Roso. ¡Oh! Señor D. Belloso ¿cuan¬ to tiempo no nos vemos à pesar de mis deseos por aquel proyecto de policía que quedó pen¬ diente? D. Belloso. Habrá sido culpa de U. amigo mío: más ocupaciones no me dan lugar para ver à nadie U. es un empleado y le so¬ bra tiempo: yo vivo de mis trabajo y no me alcan¬ sa. D. R. Vamos, hoy es día de fiesta ¿y que se hace U? ¿hablamos de aquella materia? D. B. No estoy para el caso, tanto más cuanto de algún modo veo reformada la policía: lo

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