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cien por un instante al comodisimo pero arries¬
gado sistema de la retaguardia. La voluntad es
una cosa propia—nadie manda en ella. Al que
venga à pedir votos se debe responder—no se¬
ñor: si U. quiere mi voto para sí, yo lo quiero
para mí, y primero soy yo—Aprendan UU. estas
pocas palabras de memoría, y nos darán las gra¬
cias. Al que venga con listas, se le dice—ya es
tarde; la mía está hecha. Al que se valga de
empeños—estoy comprometido—Con esto lograrán
UU. salir de apuros, y votar según su propia
conciencia, y la coonciencia no es cosa que se
pide prestada.

Voten ustedes, pues, en virtud de su propia
opinión, y del concepto que les merezcan los hom¬
bres. No salga ninguno de ustedes con aquel
común adefesio—¿qué entiendo yo de política?—De
política entiende cualquier hijo de vecino, y ya ven
ustedes que los señores C. F. T. M. P. B. y S. sin
ser más que unos buenos hombres forrados en lo
mismo, han hecho muy decentemente su papel en
la pasada lejislatura. Además que elejir no es
politiquear. Cualquiera de ustedes sabe elejir un
médico que lo cure, un abogado que lo defienda,
y un padre que lo confiese. ¡Y no sabrá elejir
un diputado! Hagan ustedes sobre cada uno de
los hombres en que se fije su atención una espe¬
cie de ecsamen de conciencia ajena—Se trata de
D. Fulano—pues bien, ajustemos las cuentas. ¿Qué
motivos tiene D. Fulano para saber las cualida¬
des que debe reunir un reformador? donde se ha
educado? ¿qué libros ha leido? ¿qué viajes ha he¬
cho? Luego entra la parte moral: ¿cual es su
vida privada? cumple con las obligaciones de es¬
poso, padre y amigo? paga sus deudas? Si ha
sido hombre público, ¿qué tal lo ha hecho?—To¬
das estas soon cuestiones de cuya resolución de¬
pende el buen ò mal ecsito.

No vayan ustedes à dar su voto à la digni¬
dad ni al empleo, sino à la persona. Todos UU.
son muy buenos cristianos, y por consiguiente sa¬
ben tributar el clero todo el respecto que se me¬
rece. Pues bien: el modo de respetarlo es no
distraerlo de sus sublimes funciones. Bien está S.
Pedro en Roma. Los curas sobre todo no de¬
ben dejar à sus feligrreses. ¿Qué es un rebaño
sin pastor?

En punto à letrados, hay sus opiniones. Nos¬
otros, que acabamos de perder un pleito, con
costas, no estamos muy dispuestos en su favor.
Nos recusamos pues como jueces en esta mate¬
ria. Sin embargo no podemos omitir una reflec¬
ción muy trivial. Los abogados encuentran sa¬
lida para todo, y esto podrá ser muy injenioso,
pero no es muy moral.

Vamos à otra consideración. Repasen UU.
allà en su interior la historia de esta última le¬
jislatura; ajusten la cuenta de los bienes que ha
hecho, de los males que se han aliviado, y de la
ventura que se ha difundido en la república. Si
esto les acomoda, deben UU. nombrar electores
que les den los mismos diputados que acaban de
salir. Más si por el contrario, son UU. de opi¬
nion que se ha perdido un tiempo precioso, que
no se ha dado un paso en la carrera del bien

público, que estemos lo mismo ò peor que esta¬
bamos antes, entonces lo que deben UU. hacer
es nombrar electores que puedan darnos una Con¬
vención diametralmente opuesta à la difunta cá¬
mara de diputados. Si los electores que se nom¬
braron fueron de un color, los de ahora deben
ser de color contrario; si aquellos fueron flacos
estos deben ser gordos—ya UU. estienden.—

Y no ofreciendose otra cosa, saludamos à
UU. con el mayor afecto.

Los Editores.

[Miscelanea número 751.]

REMITIDOS.

Señores Editores:—En la Guía de forasteros
de Lima para el año presente de 833, se lee:
que el Capitan Webb, había hallado que el mon¬
te Dhawalajiri de la Cordillera Himalaya en el
Thibet, se eleva sobre el nivel del mar 26,462
pies; y que siendo esto así, es el más alto co¬
nocido: más como en el Catecismo de Geogra¬
fía, publicado por R. Ackerman al fólio 39
y 40, se dice que el monte Dholager en las
montañas de Himmaleh, en la India esta à 27,677
pies de elevación sobre el mismo nivel; es visto
que este exede à aquel en 1,215 pies de altu¬
ra; y de consiguiente es el mayor conocido, y
no el que supone la Guía—Esto es sino se equi¬
voca.

Un Cuzqueño.

El ciudadano Juan Cazorla se despide de
este virtuoso y noble vecindario para dirijirse á
la villa de Lampa con el sentimiento más vivo
de dejar un país, del que ha recibido por más
de veinte y un años el aprecio jeneral.
En demostración de la gratitud à que está obli¬
gado protesta sinceramente complacer como un
verdadero Cuzqueño á todos los que se digna¬
ren emplearle en su servicio por aquellos lu¬
gares.

AVISO

Para el mejor y más pronto despacho del público ha
tenido à bien la Prefectura mandar imprimir pa¬
saportes para toda clase de personas. Las que quie¬
ran sacarlos ocurran à la Secretaria coon el impor¬
te del papel sellado que les correspondiere.—Se han
impreso en el del sello 5.o y del 6.o, exepto el del
sello 2.o que sirve para otras Repúblicas, el que
deben comprar los interesados del Tesoro público.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. EVARISTO GONZALEZ.

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