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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los
miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬
nes, se insertarán, abonandose cuatro reales
por la primera inserción, y dos por las sub¬
secuentes. Los que ecsedan de dicho nume¬
ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬
prenta cuando más tarde el martes al medio
día; de lo contrario quedarán para el núme¬
ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados
por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬
tores de este periódico, ò al Director de la
Imprenta.

N. 9.o) Cuzco, miércoles 13 de febrero de 1833. (MEDIO REAL.

ELECCIONES.

Continua el artículo suspenso en el número 6.o

Si la conducta del cuerpo nacional debe ser
escrupulosa à proporción de sus intereses, cual¬
quiera remición ò indiferencia en el importanti¬
simo negocio de poner las bases ò consolidar sus
instituciones deben considerarse como criminales.
Las sociedades no marchan sino por el sendero
que les trasan sus leyes: en vano ose atribuyen
los vicios de que adolecen ò la retardación de
sus progresos al clima, à la opinion, ò à sus
gobiernos ò tribunales la deficiencia de las garan¬
tías y los quebrantos de las reglas naturales; el
clima, la opinión, las costumbres, los gobiernos,
son modificables y llevan la marca de sus pri¬
mordiales instituciones.

Tanta lentitud, cuando todos conocen la ne¬
cesidad de ponerse en acción; esa falta de reso¬
lución sobre puntos que la reclaman con una ur¬
gencia que se palpa: esa indecisión para poner
la primera piedra del edificio social, cuya ree¬
dificación le ha sido encargada, puede producir
males de una transcendencia espantosa: la re¬
presentación nacional debe investirse de un ca¬
racter magestuoso, debe estar colmado de luces
y probidad, y ganarse la confianza de los pue¬
blos: esto no podrá lograrlo, sin que se note
actividad en su marcha, acierto en sus delibe¬
raciones, y más que todo firmeza y decisión para
superar los obstáculos, con que es indispensable
tropiece en los principios. Nosotros creemos es¬
tar al cabo del origen verdadero de esa lenti¬
tud tímida que notamos todos: este à nuestro
juicio no es otro que la aprehension que se ha
concebido à la vista de las dificultades de que
está sembrada la nueva ruta que deben abrirse
nuestros representantes. Aprehensión, si: por¬
que consideramos que no es más que aprehen¬
sión. La imaginación dá muchas veces à las cosas
mayor bulto del que ellas realmente tienen: dá cuer¬
po à las sombras: y teme el acercarse à el¬
las, cuando el acercarse basta para que se di¬
sipe la ilusión. No queremos decir que no ha¬
ya obstáculos, y dificultades que vencer; pero
la inercia no es el agente más à propósito pa¬
ra conseguirlo: empiecese à obrar, y se verá que

esas dificultades no son tantas, y sobre todo que
no son invencibles: acaso al primer golpe de fir¬
meza, y decisión desaparecerán para siempre.

[Continuará.]

Carta à los Electores.

Muy señores nuestros—Suponemos à ustedes
con las cabezas algo calientes después de haber
leído, como es regular que lo hayan hecho, las
bellas y elocuentes frases que se han escrito en
esta capital sobre las funciones que van ustedes
à ejercer. La Verdad y el Mercurio han esta¬
do sublimes—aguarden ustedes lo que van à decir
el Penitente y el Telégrafo, y quedarán atónitos al
ver tanta crudición y tan delicado gusto. Los que
suscriben no tienen la honra de picar tan alto—
ni tampoco gustan de disertaciones ni de con¬
ceptos retumbantes. Más no por eso quieren
quedarse atrás en una carrera que sus amados
compañeros han recorrido de un modo tan bril¬
lante. Pero van à seguir diverso rumbo—En
lugar de un sermón campanudo van à escribir
una carta familiar. Así se habla con los ami¬
gos, y nosotros queremos serlo de todos uste¬
des, ya que tienen en su mano nuestra ven¬
tura. Tal día como hoy el año que viene ya
estaremos convertidos en lo que ustedes quie¬
ran—águilas, ò tortugas, linces, ò topos, leones
ò carneros—Todo depende del movimiento mus¬
cular de los hombres à quienes ustedes hayan
dado su confianza; y cuando decimos movimien¬
to muscular, no queremos hablar de los múscu¬
los de la lengua, sino de los que hacen subir
y bajar los muslos, ya que todo el sistema re¬
presentativo consiste en sentarse y en ponerse
en pie à tiempo. Lo mismo sucede en los co¬
ros de las catedrales, pero con esta diferencia,
que los canónigos cantan maytines y los lejisla¬
dores matan ò salvan à las naciones—Perdonen
UU. esta digresión y vamos al caso.

Sin agraviar à ninguno de UU. sabemos de
positivo que hay en su número muchos indivi¬
duos de aquellos que el vulgo designa con el
nombre poco decoroso de reata. Rogamos à
los que pertenecen à esta categoría que renun¬

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